Utilidad.

 

Si hubiese que definir la sociedad actual habría que usar esta virtud como núcleo de la definición, como la definición misma. La sociedad de hoy quiere y necesita la utilidad, lo útil es, por ello mismo, bueno, lo inútil es, por ello mismo, malo, despreciable, para tirar.

Si dejamos herederos que dejen herederos (en una sociedad tan idiota es dudoso y quizá no sea deseable) que se olviden de nosotros y empiecen a pensar, cuando recuerden que sus abuelos, de ser amos de siervos pasaron a ser siervos de sus propios siervos anteriores (los útiles, los mecanismos, los chismes, los implementos de la técnica actual), y no contentos con ello ostentaron con orgullo sus marcas como códigos de identificación de status y de clase... no tendrán palabras para ofender la estúpida memoria de sus necios abuelos, nosotros.

Pero hoy en día es así, no te compras un abrigo para tapar tu frío, sino para poder llevar bordada en grandes letras Belfarinni Craprinnus, que es la marca del abriguero más chic. No tienes un vehículo, sino un Alfa Romeo, no te forras los pies, sino que calzas Commodus, no comes pan sino Bimbo,... la utilidad se ha vuelto dios de nuestro olimpo y los propios dioses tienen que hacer una publicidad desesperada, llevando y trayendo al sponsorizado de continente en continente, besando suelos y otras técnicas de marketing.

Asediados por instrumentos que también nos quieren comprar el alma y que no necesitamos para nada, vamos siendo cada vez menos señores de nosotros mismos, hasta el punto de que a estas alturas de mi vida literaria, si no dispongo de un ordenador PC con procesador de xxxx Mh y xxxx Mb de RAM, ya no sé crear literatura, la que siempre he llamado ‘mí’ literatura. (¿O nunca supe?).

 

Inutilidad.

 

Es ésta la única virtud para cuya consecución trabajo de modo activo y esforzado, y debería ver al final recompensados mis esfuerzos, pues pocos seres humanos son tan amigos de esta virtud, la creen tan elevada y honrosa de alcanzar, la aprecian tanto, la valoran tan alto y la han investigado tan a fondo.

Como todo análisis profundo y riguroso, concluye con un resultado sencillo aunque de importancia esencial: pues que lo útil es instrumento al servicio de otro, siervo, esclavo propiedad de un señor, éste mismo, el señor, el amo, el supremo es inútil, instrumento para nadie, cénit de la jerarquía del ser.

Pero los que pensamos así (ahora poquísimos) lo tenemos difícil en la actualidad porque lo útil, disfrazado de bueno por una campaña de publicidad interesada, se ha convertido en el único marchamo de calidad. Ser inútil en estos momentos es ser idiota, sospechosamente inhábil, bueno para nada, despreciable, estúpido y ruin.

Con ocultación y nocturnidad me ensayo de inútil, bajo secreto y mintiendo a los amigos me estudio las lecciones, no estoy matriculado en ninguna academia por miedo a la ‘oficialidad’ de los impresos, voy muy poco a poco, haciendo el menor ruido posible. Es un trabajo agotador y produce neurosis, tienes la sensación de estar engañando a los tuyos, te ves en el espejo con autocompasión sarcástica: ‘mira ahí el estúpido inútil’, contagiado un momento de la tendencia dominante.

Pero en el fondo en el fondo estoy muy satisfecho porque veo que avanzo, noto progresos. Por ejemplo, hace ya un tiempo que vengo intercalando textos propios en medio de la verborrea del ordenador (sin que se entere el maldito).