Caridad.

 

Si no tienes caridad no eres nada, así que te conviene tener caridad, por lo cual serás alabado y bendecido y ensalzado. Pero guárdate de sustituir la justicia so pretexto de que ya eres caritativo, porque entonces toda alabanza y bendición caerán sobre ti como el tornado que deshace el débil chamizo. Y no me olvidaré.

Si buscas un adorno a tus actos, que quede hermoso ante los ojos de los dioses y los hombres, sé caritativo. Pero nunca en lugar de la justicia, porque caerá sobre ti el feroz pedrisco de la más absoluta condena.

Si ya eres bondadoso, y ya eres comprensivo, y ya eres piadoso, Y YA ERES JUSTO, sé caritativo y todos honrarán tu nombre y tu memoria. No sobra ser caritativo, en este mundo bien podemos hacer un hueco para toda la caridad que tú estés dispuesto a sentir y ejercitar. Por otra parte la caridad, el amor, es la base mejor del cauce social, la funda de suave terciopelo que forra los sólidos cimientos de la convivencia entre los hombres. Es generosa, no se engríe, es paciente, perdona sin límites, comprende sin límites, espera sin límites. Y demás. Es muy buena virtud la caridad, de lo mejor, hay textos que hablan de ella maravillas. Cuando ya hayas dado lo que en justicia corresponde, cuando sólo hayas tomado lo que corresponda en justicia, sigue dando por pura caridad, adelante, es cosa buena, el amor nunca sobra: ama a tus enemigos, ama a los desconocidos, ama a los prójimos, incluso si eres tan original pues ama a tus amigos. Muy santo y muy bueno.

Pero no se te ocurra tener tanta caridad que te olvides de la justicia, porque en verdad en verdad te digo, que si no tienes justicia no eres nada, por mucha caridad que tengas, y esa nada que eres será perseguida por las furias hasta el fin del fin. Bien por la caridad: tras la justicia.

 

Indiferencia.

 

Rara virtud es la indiferencia, fría y lejana, impropia de los cálidos y bulliciosos seres humanos, especialmente si la contraponemos al amor, como hacemos en esta reflexión sapiencial: casi no parece una virtud. Pasar junto al pobre con indiferencia, pasar junto al herido con indiferencia, junto al humilde con indiferencia, junto al inocente con indiferencia... Y no digamos nada si también pasas con indiferencia junto al rico y al poderoso y no amas en absoluto al brillante directivo y al amo del mundo que puede hacer mucho por ti: eso es rarísimo.

Porque indiferencias matizadas, bien medidas y pesadas, de eso sí que hay; el juez que es indiferentemente imparcial ante el acusado oscuro no bien apadrinado; la institución sanitaria clínicamente indiferente ante un moribundo cuyo seguro caducó o no viene acompañado por los avales necesarios; la profesional indiferencia ante el vigésimo de la fila, o el solicitante número cuarenta y siete; la maquinaria administrativa o política que se muestran técnicamente indiferentes ante los habitantes del asilo, que ya casi nunca salen a votar; de todo esto hay bastante, en este sentido sí es una virtud frecuente la indiferencia. Viene dentro del mismo estilo de vida que estamos consagrando ahora mismo. No está nada de moda el amor, pero sí está muy de moda la indiferencia.

Así pues ¿en qué quedamos? ¿Hay indiferencia o no la hay? ¿Hay amor o falta de amor en este mundo nuestro? Busca en el fondo de tu corazón y respóndete tú mismo. Y no lo dejes para mañana, el tema es urgente; porque somos habitantes de un único reino, y si ese reino es el páramo de la absoluta indiferencia, entonces es que ya hemos sido sentenciados a un infierno más terrible que la peor condena: la sombría soledad, la furiosa discordia, la helada noche sin fin.