Valor.

 

El valiente teme, porque es hombre y siente la ferocidad de la sombra, pero su temor no le hace débil, no le hace traidor.

El valor se demuestra cuando se muestra, y no es condición constante, que quien ahora lo es, ahora deja de serlo, pues el espíritu siente menos resistencia en unos momentos que en otros.

El valeroso puede serlo en medio de gran escenario, cuando la pública atención se centra en su gesta. Suele ser hombre.

Pero también puede serlo en la soledad absoluta y en el silencio total, que es cuando la sombra verdaderamente sale a cazar con sus perros. Suele ser mujer.

Es el valor (de otros) completamente necesario para la vida, pues pocas son las cosas que se hubieran conseguido sin él, en este escenario feroz lleno de implacables enemigos. Ha civilizado el mundo y ha trazado sus senderos, roturado las selvas y amansado las ariscas montañas.

Algo hay siempre de acerada abnegación en el corazón del valiente.

Cuando el valiente está vivo, se le agradece pero no se le paga. Y se prefiere que permanezca lejos.

Cuando el valiente está muerto, se le llama héroe. Y no importa tener cerca una de sus estatuas.

Si deseas ser valiente, no lo dejes para cuando sea absolutamente necesario. Ya es absolutamente necesario, la sombra nunca se detiene.

 

Cobardía.

 

Tiene nombres muy diversos la cobardía, según se pretenda defenderla o denigrarla. Puede ser instinto de conservación, puede ser debilidad de ánimo, prudencia, falta de entereza, razonada medida de la jerarquía de los valores, ausencia de la precisa cantidad de riñones... y otras muchas metáforas más o menos tendenciosas.

Pero lo que nunca es la cobardía es cobardía, porque en esta sociedad en que cada quien desea para sí una seguridad que pretende que le consigan los otros, la literatura sobre los cobardes es tan hipócrita y tan densa, que hace falta valor para atreverse a ser cobarde.

En todo caso recuerda: * Si te llaman cobarde, es que quieren que te arriesgues por ellos. * Si se maltrata públicamente la cobardía, quien lo hace es un pastor que pretende que sean otros los que defiendan del lobo a sus ovejas. * Si se hace un oficio del valor, los maestros del gremio, sin riesgos, desean sacar tajada.

Y además ¿no es acaso cobarde la naturaleza, donde todas las especies calculan y miden los riesgos, donde el mar cede ante el viento, el viento ante el sol, el sol ante la sombra? ¿No lo son los dioses, que nos han interpuesto entre la muerte y ellos? ¿La misma muerte, que sólo a traición mata y nunca se ofrece a un combate igualado?

Sé cobarde sin dudarlo, te conviene. Sé cobarde para hurtarte de los riesgos que sirven a terceros. Sé cobarde para morir por lo tuyos y no por los que no lo son. Sé cobarde para abofetear al sol, para insultar al viento, si ves que puedes ganar más que perder. Sé cobarde para sacarle los ojos a la muerte y llorar con ellos lágrimas que la ablanden. Pero sé un cobarde diferente: no le exijas valor a otros, como hacen tantos cobardes verdaderos; sólo a tu razón, para que rompa la sombra.