TERCER ACTO

 

 

CANCIÓN CORAL INICIAL

 

Saben ya los cielos, los montes,

saben ya los aires y el mar.

 

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Dicen que el monstruo te espera

después del muro sin voz,

después del cielo sin luces,

luego del mar sin orilla,

en el fondo del temor.

Dicen que el monstruo te aguarda

donde comienza el valor.

 

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Forja tú la espada, guerrero,

cumple tu destino de andanzas sin fin,

la ribera blanca, la orilla del viento

es una esperanza de rumbo feliz.

 

Templa tú la voz del silencio,

rompe ya la piedra de tiempo y metal,

la profunda sombra de noche sin vuelta

y construye sendas de limpio cristal.

 

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Sabes que hoy es mañana,

sabes que nunca es ayer,

que la esperanza se apaga

cuando la niebla del tiempo

el sol no nos deja ver.

Sabes que hoy es mañana

cuando el mañana se fue.

 

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Calla tú los gritos del miedo,

danos la firmeza de roca y de sol,

las praderas claras de mares y ríos,

las estrellas puras de eterno color.

 

Anda tú los valles del mundo

donde está enterrada la luz mineral

para que nos vean tus ojos un día

cuando de la piedra puedas regresar.


Narrador 1.-       Teseo, el Héroe, debe estar cruzando el mar en su barca. Lo más probable es que no tarde en llegar.

 

Narrador 2.-       Estamos en Creta. Nos hemos venido desde Atenas porque Teseo, hijo del rey, ha decidido venir hasta aquí para intentar acabar de una vez con el Minotauro.

 

Narrador 1.-       Esto es una isla y en ella manda Minos. Tiene una hermosa hija, Ariadna, pero Ariadna no es precisamente muy feliz, aunque es hermosa y sea la hija del rey de Creta.

 

Narrador 2.-       Resulta que Minos tiene también otro hijo, ese monstruo con cabeza y astas de toro y cuerpo humano, que llaman por eso Minotauro.

 

Narrador 1.-       Es una horrible bestia que se alimenta de carne humana, y el rey ha tenido que encerrarle más allá del laberinto.

 

Narrador 2.-       Pero Ateneas está obligada a pagar un tributo cada año, y no es dinero, no, no es oro.

 

Narrador 1.-       No es tampoco trigo, o grandes pellejos de vino.

 

Narrador 2.-       El tributo son catorce personas, siete muchachos y siete muchachas atenienses, en la flor de la vida.

 

Narrador 1.-       Ese monstruo insaciable se ha cobrado ya demasiadas víctimas humanas, y Teseo, vencedor de gigantes, vencedor de fieras, vencedor de hombres, ha decidido acabar de una vez con el Minotauro.

 

Narrador 2.-       Otros has intentado lo mismo antes que él, sin conseguirlo, y sus huesos blancos se amontonan al final del laberinto, allí donde la bestia tiene su cubil.

 

Narrador 1.-       Teseo viene armado con la espada, el escudo y el yelmo de Egeo, su padre. Viene con el valor heroico que ha probado en mil combates, pero la empresa es difícil, pues muchos se han perdido en los caminos sin fin del laberinto, sin poder llegar a la fiera, ni poder regresar a la luz del sol.

 

Narrador 2.-       Ariadna ya no quiere esperar más, ha decidido ayudar al próximo guerrero que llegue para luchar con el Minotauro.

 

Narrador 1.-       Y el próximo guerrero es Teseo, el ateniense.

 

Narrador 2.-       ¿Podrá atravesar sin perderse las sendas del laberinto?

 

Narrador 1.-       ¿Podrá enfrentarse al monstruo y darle muerte?

 

Narrador 2.-       ¿Podrá regresar a la luz del sol desde las tinieblas?

 

Narrador 1.-       Ahí está, ahí llega. Que la fortuna le ayude.

 

(Ariadna está tejiendo sentada en la playa. Teseo se acerca desde el mar en su barca. Ariadna, al verle, deja su labor y observa cómo se acerca.

Cuando llega Teseo y desembarca vuelve a reanudar el trabajo y le habla sin mirarle. Teseo la contempla en silencio, apoyado con ambos brazos en su enorme espada.)

 

Ariadna.-            Han venido muchos antes que tú. Tantos y tantos que ya he perdido la cuenta. Y todos traían enormes, largas, afiladas y penetrantes espadas. Traían grandes cascos de grandes y doradas plumas, redondos escudos, fuertes cotas por donde no pueden penetrar las garras.

 

CORO.-  Las garras del monstruo, afiladas como cuchillos de pescador.

 

Ariadna.-            Gruesos hierros para proteger sus rodillas, sus brazos, su pecho. Firmes láminas que no pueden atravesar las astas.

 

CORO.-  Las astas del monstruo, afiladas como reja de labriego.

 

Ariadna.-            Han venido muchos, y eran fuertes, y altos, de músculos poderosos, de largos brazos, de hombros robustos. Se detenían ahí, donde estás tú ahora, extranjero, y me contemplaban en silencio, mientras el sol brillaba en sus petos y espaldares, que no ceden a los zarpazos.

 

CORO.-  Los zarpazos del monstruo, terribles como aludes, como tempestades.

 

Ariadna.-            Con sus correajes de cuero duro y curtido, seco por el tiempo, oscuro por viejas sangres de antiguas heridas, cuero que no puede quemar el aliento del monstruo.

 

CORO.-  El aliento del monstruo, un infierno de volcanes.

 

Ariadna.-            Nunca se enfrentaron al Minotauro.

 

(Teseo se sienta, siempre abrazado a su espada. El coro se divide y lleva el contrapunto a las palabras de Ariadna, que sigue tejiendo sin mirar a Teseo.)

 

Ariadna.-            Todos fueron muertos por el Minotauro.

 

CORO Iz.-         Afilados cuchillos de pescador.

 

Ariadna.-            Nunca llegaron hasta el Minotauro.

 

CORO Dch.-      Afiladas rejas de labriego.

 

Ariadna.-            El Minotauro acabó con sus vidas.

 

CORO Iz.-         Aludes y terribles tempestades.

 

Ariadna.-            No tuvieron ocasión de entablar combate.

CORO Dch.-      Un abrasador infierno de volcanes.

 

Ariadna.-            El monstruo traspasó sus petos, sus corazas y escudos.

 

CORO Iz.-         El Minotauro no está esperando al final del laberinto.

 

Ariadna.-            El monstruo no pudo con sus cueros, sus cotas, sus grandes y fuertes cascos.

 

CORO Dch.-      El Minotauro no está al final, más allá del abismo.

 

Ariadna.-            El monstruo no fue capaz de romper los hierros, de traspasar las firmes láminas.

 

CORO.-  El Minotauro está dentro de todos los petos y corazas.

 

Ariadna.-            El Minotauro es el miedo que cada extranjero trae consigo en su barca. Está en el laberinto interior, hecho de temores de la infancia, de pequeñas cobardías de cada hora, de todo lo que ata a los valientes guerreros a su casa, a su caballos, a su sitio, a su lugar.

 

CORO.-  El miedo funde todas las espadas antes del combate, penetra por los huecos más estrechos de las armaduras.

 

Ariadna.-            El miedo está dentro.

 

CORO.-  ¡Creta tiene el Minotauro y el mundo tiene el miedo!

 

(La luz se hace más fuerte y se centra sobre el Laberinto. Se agita y se mueve como una cosa viva y produce murmullos y sonidos como un bosque bajo el viento o un gran animal que gime.

Entra en él un guerrero que no es Teseo, y que lleva un gran yelmo y una lanza enorme. Comienza a internarse por él y mientras habla y arremete con su arma contra enemigos invisibles, va siendo tragado por el Laberinto, hasta que poco a poco se pierde y se confunde con él.)

 

Guerrero 1.-       Apartad, paredes horribles, que el Minotauro me espera para morir.

 

Laberinto.-         El Minotauro no muere, el Minotauro no vive, el Minotauro no existe.

 

Guerrero 1.-       Yo soy el llamado a conseguir su muerte, a liberar a las víctimas. Por cada joven que no tenga que ser inmolado recibiré una fortuna, por cada doncella rescatada recibiré un reino. Dejad paso al más atrevido, valiente y poderoso guerrero de la tierra.

 

Laberinto.-         El Minotauro no muere, el Minotauro no vive, el Minotauro no existe.

 

Guerrero 1.-       Mi lanza está hecha de oro, y su punta de brillante y de fuego. Atravesaré el pecho del monstruo y beberé su sangre; será la copa con que brinde por mi fortuna futura, la más inmensa que habrá poseído hombre alguno.

 

Laberinto.-         El Minotauro no muere, el Minotauro no vive, el Minotauro no existe.

 

Guerrero 1.-       Apartad, abismos, apartad, vivientes muros, detened vuestras voces, abrid vuestras entrañas. Yo os lo mando, quiero pasar a través de vuestros gemidos y matar al Minotauro...

 

Laberinto.-         El Minotauro no muere, el Minotauro no vive, el Minotauro no existe.

 

(Cuando el Guerrero 1 ha sido tragado por el Laberinto, las olas de las vivas paredes se aquietan un instante. Pero pronto aparece el Guerrero 2, que no es Teseo. Lleva un enorme escudo y una honda de piel y tendones de cabra. A la espalda cuelga una rica bolsa llena de terribles cantos redondos.)

 

Guerrero 2.-       Ya me han advertido contra vosotros, muchos-y-uno, ya me han advertido contra ti. Una muchacha en la playa me ha puesto en guardia. Pero no os temo, muchos-y-uno, no te temo, porque yo no vengo en busca del oro, la pobreza es mi amiga. Mataré al Minotauro para que la fama y gloria de mi nombre se extiendan hasta el último confín del tiempo.

 

Laberinto.-         El Minotauro es silencio, el Minotauro es tiniebla, el Minotauro no existe.

 

Guerrero 2.-       Mi honda ha penetrado las más duras corazas, ha abierto caminos a través de las montañas, ha llegado hasta el fondo de los océanos.

 

Laberinto.-         El Minotauro es silencio, el Minotauro es tiniebla, el Minotauro no existe.

 

Guerrero 2.-       Mi honda ha callado el silencio y le ha hecho palabra y gloria, ha oscurecido la tiniebla y la ha convertido en infinita imagen de mi grandeza. No temo al Minotauro, mi honda es más poderosa que la noche y que el cielo.

 

Laberinto.-         El Minotauro es silencio, el Minotauro es tiniebla, el Minotauro no existe.

 

(Cuando el Guerrero 2 ha sido tragado por el laberinto, éste se aquieta por un instante, pero enseguida entra Guerrero 3, que no es Teseo.

Lleva una máscara resplandeciente y un arco de oro. El carcaj de sus flechas sólo muestra las puntas, de hierro tan bruñido que semejan llamas afiladas.)

 

Guerrero 3.-       No podréis contra mí, no podréis contra mi arco, vosotros, piedra-que-habla. Mis flechas no son de oro ni son de gloria, mis flechas son de venganza, mi arco es de rencor, yo soy de hielo y de odio.

 

Laberinto.-         El Minotauro es olvido, el Minotauro es desprecio, el Minotauro no existe.

 

Guerrero 3.-       La venganza no muere, la heredan las piedras, y la heredan las plantas y la heredan las estrellas. Podréis matarme a mí, detenerme a mí, convencerme a mí, destruirme a mí, vosotros, piedra-que-habla; pero no podéis destruir las estrellas y no podéis detener los árboles y no podéis acallar la venganza.

 

Laberinto.-         El Minotauro es olvido, el Minotauro es desprecio, el Minotauro no existe.

 

Guerrero 3.-       No temo, no entiendo, no siento, no oigo vuestro murmullo. Mi corazón está revestido de valor, el miedo no está conmigo. Mi arco puede saltar el laberinto, mis flechas pueden detener el tiempo. Yo soy de hielo y de odio.

 

Laberinto.-         El Minotauro es olvido, el Minotauro es desprecio, el Minotauro no existe.

 

Guerrero 3.-       Si lográis hacerme piedra de vosotros, piedra-que-habla, si lográis detenerme, seréis venganza y seréis hielo vosotros mismos. Y el hielo se hará brazo y mano fuerte y lanzará la flecha por encima de sí mismo y se hundirá en el corazón del Minotauro y el mundo se hará hielo, rencor, venganza y odio.

 

Laberinto.-         El Minotauro es olvido, el Minotauro es desprecio, el Minotauro no existe.

 

(Cuando el Guerrero 3 es tragado por el Laberinto, éste se aquieta unos instantes.

Teseo se levanta y se va desprendiendo lentamente de su casco, de su gran escudo, de su larga espada, de sus correajes, hasta que queda completamente desarmado.)

 

Narrador 1.-       Teseo tiene miedo. Porque Teseo, ya lo habéis visto, es un hombre valiente, y sólo los locos y los imbéciles están libres del miedo.

 

Narrador 2.-       Pero el miedo de Teseo no es dueño y señor de Teseo. Al revés: es el héroe quien domina su miedo, porque sólo los cobardes y los imbéciles son más débiles que sus propios temores.

 

Narrador 1.-       Por esta razón se ha despojado de su espada: porque sólo con la espada de su valor puede penetrar hasta el enemigo que lleva dentro.

 

Narrador 2.-       Por eso ha abandonado su escudo: porque sólo con el escudo de su coraje puede aguantar las embestidas del miedo.

 

Narrador 1.-       Por eso no necesita yelmo ni coraza: porque la voluntad aguanta con más firmeza que el metal más duro.

 

Narrador 2.-       Pero Teseo ha combatido contra gigantes caprichosos, contra bandidos, contra feroces enemigos...

Narrador 1.-       ¿Sabrá ahora combatir contra Teseo, aplastar el Minotauro de su propio temor?

 

Narrador 2.-       ¿Sabrá encontrar el camino para no perderse en el Laberinto de sus dudas, para no caer en los precipicios de sus angustias, para encontrar el camino de regreso hacia la luz del sol?

 

Ariadna.-            (Cantando.)

El hilo del sol        /    te lo entregaré.

Tu fuerza y valor  /    yo conduciré.

Cuando vuelvas ya    /           de la gran prisión,

en tapiz inmenso   /    lo transformaré.

Este hilo azul        /    de cielo y de mar

será estrella y guía    /           de tu caminar.

Junto a ti, con él   /    va también mi voz

que rasga temores     /           de la oscuridad.

El hilo es conciencia  /           de tu voluntad,

mis ojos la luz       /    de tu ciego andar,

mi llanto tristeza   /    de tu corazón,

mi risa alegría       /    con que triunfarás.

 

(Ariadna recoge su labor y corta el hilo que la une al gran ovillo de lana. Luego entrega ese ovillo a Teseo, que lo recibe en silencio.)

 

Ariadna.-            El Laberinto no es una pared ni un camino, ni es una trampa ni es un abismo. El Laberinto no está quieto, como las estrellas que vemos noche tras noche: está vivo y se agita y se revuelve y crece. Sabe antes que tú si ya te has perdido, nota antes que tú que el valor te falta, siente antes que tú que el miedo paraliza tus pasos, comprende antes que tú que ya le perteneces, ve antes que tú que ya no ves el camino de regreso.

               El Laberinto habla y te ordena y confunde; sabe mejor que tú lo que tú mismo quieres y te lo ofrece antes de que lo quieras y pidas.

               Y cuando por fin seas libre para comprender sus trampas, ya no eres libre y eres Laberinto y estás unido a él para siempre. Y hablarás con él para engañar a guerreros que vengan tras de ti en busca del mismo Minotauro. Oye, Teseo, la voz del Laberinto y aprende a desconfiar de todos los Teseos cobardes que hay dentro de tu propia piel.

 

CORO.-  Trae tu espada, Teseo, que el Minotauro te espera. Trae tu escudo y tu yelmo. No tengas cuidado, que la empresa es fácil, yo te ayudaré a llegar y a volver.

               Recibirás la gloria y la fama, el poder y el dinero y serás dueño del mundo y tu mundo será dueño de todos los mundos.

               No hagas caso de Ariadna: desprecia la prudencia. No necesitas un hilo que te guíe: tú solo puedes contra todo y contra todos. Teseo es el más grande, el más valiente guerrero.

               El Laberinto es tuyo, el Minotauro espera, la espada es afilada, la gloria está cerca. Entra y mata a tu enemigo.

 

(La intervención anterior del Coro deberá ser cantada más o menos con el contenido de este párrafo.)

 

Ariadna.-            Ya lo oyes: Decide.

 

(Teseo coge su espada y la hunde fuertemente en la arena. Después ata a su empuñadura un extremo del ovillo de Ariadna y se marcha lentamente sin arma alguna, desenvolviendo el ovillo según va caminando.)

 

Narrador 1.-       Ya veis que Teseo es muy valeroso. Está abandonando sus armas, su escudo, su yelmo, su espada, y piensa marchar en busca del Minotauro, revestido solamente con su coraje.

 

Narrador 2.-       Pero el valor no basta. Si la inteligencia no conduce los pasos de la valentía, la valentía se pierde.

 

Narrador 1.-       Teseo es el valor.

 

Narrador 2.-       Pero Ariadna es la inteligencia.

 

Narrador 1.-       ¿Podría todo el coraje del mundo, si el coraje es ciego, llevarle sin error por los caminos del Laberinto?

 

Narrador 2.-       ¿Podría hacerle encontrar el buen camino, si acaso se perdiera?

 

Narrador 1.-       Ariadna sabe que Teseo necesita algo más que su valor: un guía seguro que le haga regresar, después de vencer al Minotauro. Teseo tiene demasiada prisa por vencer, por demostrar que es fuerte, por demostrar que no es cobarde. Ariadna quiere que Teseo venza, pero no tiene prisa.

 

Narrador 2.-       Lleva mucho tiempo tejiendo en la playa y, al mirar una y otra vez el tejido que va saliendo de sus agujas, ha comprendido que los hilos entrelazados son como un pequeño laberinto, y sólo se puede seguir el intrincado lazo del tejido si se coge un hilo y no se le abandona.

 

Narrador 1.-       Ariadna es la inteligencia. Ha pensado y comprendido. Y, mirando su humilde labor, ha descubierto el medio de vencer a todos los laberintos. Basta buscar un hilo y no soltarlo nunca. Y todos los laberintos están entonces abiertos, dejan de ser misteriosos, dejan de ser imposibles.

 

Narrador 2.-       Pero ¡cuidado! No todos los hilos valen para todos los laberintos.

 

Narrador 1.-       Escuchad bien a mi compañero, que tiene toda la razón. No se puede salir del laberinto de la duda con el hilo del engaño; ni sirve el hilo de la injusticia para salir del laberinto de la violencia.

Narrador 2.-       Cada laberinto tiene su ovillo, y Teseo recibe de Ariadna precisamente el que necesita para no perderse en su camino hacia el Minotauro.

 

Narrador 1.-       Ahora ya sabéis por qué estaba Ariadna tejiendo en la playa y que el ovillo de su labor es, en realidad, el guía que necesita el valor de Teseo.

 

(Teseo entra en el Laberinto desarmado, solo, silencioso.

Va devanando su ovillo con calma y sin prisa, sin prestar atención a las palabras del Laberinto.

El Laberinto, al no recibir ninguna respuesta del héroe, dialoga consigo mismo, desdoblándose en dos coros o en varios.)

 

Laberinto.-         ¿Quién eres, silencioso desarmado y temerario?

¿No sabes que somos guardianes del Minotauro?

¿No oyes nuestra voz, no temes nuestro castigo?

¿Crees que te van a bastar tus manos y ese delgado hilo que te conduce para escapar a los senderos que se cruzan,

a los abismos que se abren,

a los alientos que abrasan,

a las garras que hieren,

a las astas que buscan las entrañas,

a las tinieblas que ahorcan,

a los olvidos que marcan,

a los silencios que atruenan,

a los minotauros del rencor y del pánico?

¿Es que acaso quieres atar todos los senderos del mundo con tu hilo y aplastar todos los enemigos con tus manos?

 

(Teseo sigue avanzando por el Laberinto, sin escuchar ni retroceder.

Sus pasos son lentos, pero firmes y los trozos de muro que va dejando atrás se van derrumbando, poco a poco, vencidos por el valor y el silencio del héroe. La voz del Laberinto se va haciendo cada vez más urgente, pero más débil.)

 

Laberinto.-         ¿Es ese hilo que te guía un dios acaso más poderoso que nosotros...?

Contesta, atrevido; contesta, silencioso: ¿Eres más fuerte que la riqueza, más poderoso que la fama, más terrible que la venganza?

¿Es tu pecho más impenetrable que el hierro?

¿Es tu mano más aguda que la espada y la flecha y lanza?

¿Es tu brazo más largo que la honda?

¿Es tu corazón más firme que las paredes del Laberinto?

¿Es tu valor más alto que el poder del Minotauro?

 

(El Laberinto, semidestruido, se agita y rodea al héroe, queriendo confundir y enredar el hilo que le conduce.

Pero Teseo es sordo a todas las palabras, imperturbable ante todos los obstáculos, y se libera de todos los movimientos mientras el Laberinto, casi sin fuerza, comienza a suplicar.

La luz va desapareciendo poco a poco y el rugido del monstruo se oye cada vez más potente y atronador.)

 

Laberinto.-         ¡No destruyas el recinto sagrado!

¡No mates al señor de las tinieblas!

¡El mundo sin oscuridad no será ya mundo!

No rompas los sellos del olvido.

¡El mundo sin olvido no será ya mundo!

No abras la puerta de la muerte.

¡La vida sin muerte no será ya vida!

No aniquiles las entrañas del temor.

¡La esperanza sin temor no tendrá sentido!

No deshagas el Laberinto de la mentira.

¡La luz no tendrá sombra y la verdad será imposible!

¡Teseo... Teseo... Teseo...!

¡No luches contra ti mismo: concédete el perdón!

¡No destruyas la maldad, no destruyas el miedo...!

 

(Por fin se ha caído totalmente el Laberinto. La oscuridad es total y los rugidos del Minotauro llenan durante un momento el recinto.

Después se hace el silencio.

Por fin, una luz cenital cae sobre Teseo, que alza los brazos con el extremo del ovillo de Ariadna.)

 

Teseo.-   ¡He vencido al temor! ¡El Minotauro no existe!

 

Ariadna.-            ¡Teseo! Las paredes han caído y los rugidos del monstruo han cesado! ¡Teseo ha vencido al Minotauro!

 

Teseo.-   Yo, Teseo, hijo de Egeo y de Etra, he derribado el Laberinto y he destruido al temor!

 

Ariadna.-            Has vencido a tu propio miedo y ya no podrá levantarse jamás.

 

Teseo.-   ¡El Minotauro no existe!

 

(Ariadna y el héroe marchan juntos. El hilo queda en tierra.)

 

Narrador 1.-       Teseo ha matado al Minotauro de Teseo.

 

Narrador 2.-       Ahí queda el hilo, para que cada uno lo recoja y vaya en busca de su propio laberinto.

 

Narrador 1.-       ¿Alguno de vosotros quiere marchar en busca del Minotauro?

 

(Telón.)

 

Béjar, 13 de febrero de 1979