SEGUNDO ACTO

 

 

 

CANCIÓN CORAL 1

 

Qué será de ti

cuando el ocaso se presente sin señal,

y el anochecer

te traiga sombras y silencios de temor.

Qué será de ti...

En estos bosques tan salvajes perderás

tu seguridad,

guerrero fuerte, bien armado y vencedor.

 

 

Caminante, caminante

que caminas al azar,

si te encuentras a un gigante

no sigas para adelante,

caminante, caminante,

y camina para atrás.

 

Caminante que caminas

adelante y hacia atrás,

si te encuentras a un gigante:

o Teseo está delante,

caminante, caminante,

o te van a destrozar.

 

Qué será de ti

si la tortuga tiene hambre una vez más,

cuando no está aquí

Teseo, el héroe, con su escudo y su valor.

Qué será de ti

cuando la espada se te rompa al pelear

y tu corazón

se atemorice ante la maza de Skirón.

 

ESCENA PRIMERA

(Hay un bosque de pinos rectos y muy altos que llega, a través de una playa entremezclada de arena y pinocha, hasta el borde del mar.

Allá a lo lejos, por entre los pinos del fondo, se distinguen las formas enormes del gigante Skirón, el que ata a los caminantes a pinos que ha doblado previamente, de forma que al soltarlos, los cuerpos de los infelices se desgarran y sus despojos van a parar al agua, donde espera la tremenda tortuga que se los come. El resoplar de la tortuga hambrienta se oye de vez en cuando.

En primer plano hay dos caminantes que han escapado por los pelos del suplicio, y que hablan entre jadeos por el cansancio de su huida vertiginosa.)

 

Caminante 1.-    La verdad es que no hay quien vaya tranquilo por esta región, caramba. Debe haber más gigantes en este país que en ningún otro sitio del mundo. Recuerdo yo...

 

Caminante 2.-    Y hemos estado bien a punto de no poder recordar ya ninguna cosa.

 

Caminante 1.-    Y que lo digas. Bueno, recuerdo que cuando estuve por las islas, se podían visitar las diferentes regiones sin problemas. Ni gigantes, ni bestias salvajes, ni bandidos, ni nada. Únicamente en un sitio llamado Creta, que había un tal Minos que tenía un hijo... así como rarito, de esos que tienen cuerpo de una cosa y cabeza de otra y manos de otra...

 

Caminante 2.-    Ya sé: centauros.

 

Caminante 1.-    No, éste no era centauro, pero debía ser de la misma familia porque le llamaban Minotauro. No comía cualquier cosa, no, es una bestia exquisita: sólo carne humana, y joven por cierto. Pero lo tenían en chirona, en una especia de lío, creo que lo llaman.

 

Caminante 2.-    Laberinto.

 

Caminante 1.-    Eso. O sea, que ni siquiera en Creta había verdadero problema. En cierto modo es hasta turístico... Yo les propuse que cobrasen la entrada, pero me dijeron que no tenía éxito. El bicho ése por lo visto huele muy mal.

 

Caminante 2.-    El ganado bravo ya se sabe...

 

Caminante 1.-    Pero es que aquí, con esta moda de los gigantes, ya no se puede transitar.

 

Caminante 2.-    Pues éste no es de los peores. Hay otro fulano, grandote también, uno que le llaman Perifetes, o algo así, que es más animal todavía. Tiene un roble grande que usa como de maza, y se divierte aplastando a la gente que pasa desprevenida por los caminos. Claro que no ve bien, y se le escapan muchos por entre las raíces del mazo ése.

 

Caminante 1.-    He oído hablar de él. Mi primo el espartano dice que se escapó y que le insultó y todo. Claro que no me lo creo porque ya sabes lo fantasmas que son los espartanos, desde lo de las Termópilas...

 

Caminante 2.-    Cuidado con lo que dices que eso no ha ocurrido todavía.

 

Caminante 1.-    Tienes razón... me armo cada lío con las noticias políticas...

 

Caminante 2.-    No creas, si yo también.

 

Caminante 1.-    Pero oye, ¿no le había ajustado las cuentas al Perifetes uno de Atenas?... Sí, hombre, uno de éstos que van por ahí matando fieras, y librando a los caminantes de peligros.

 

Caminante 2.-    Me parece que te refieres a Teseo.

 

Caminante 1.-    Sí, el mismo, que es primo por parte de padre de ese otro valentón, el de la maza: Hércules.

 

Caminante 2.-    Pues creo que cuando destripó a Perifetes se llevó el roble para poder presumir como su primo Hércules.

 

Caminante 1.-    ¡Qué barbaridad! ¿Y cómo maneja semejante artefacto?

 

Caminante 2.-    No sé, lo llevará a rastras...

 

Caminante 1.-    Pues con lo seco que es este país, menuda polvareda irá armando con el roble a cuestas.

 

Caminante 2.-    Y que lo digas. Pero los del continente son así, en cada ciudad hay un valiente oficial, y si uno lleva espada, el otro espadón; y si uno lleva maza, el otro se tiene que buscar un roble para no ser menos. Que uno mata un toro...

 

Caminante 1.-    El otro un Minotauro.

 

Caminante 2.-    No me extrañaría, porque su primo Hércules ha liquidado a uno, y por cierto, también en Creta. Así que el día menos pensado éste se marcha allá para repetir la cosa con el hombre-toro ése que tú dices.

 

Caminante 1.-    Pues sería una lástima, porque bichos raros quedan cada vez menos. En cambio gigantes... ¡madre mía, qué plaga!

 

(Entra Teseo con su gran espada, su escudo y su yelmo. Se dirige hacia los dos caminantes.)

 

Caminante 2.-    ¡Hombre! Hablando del rey de Roma...

 

Caminante 1.-    ¿Del rey de dónde?

 

Caminante 2.-    (A Teseo.) ¡Buenas! ¿Anda usted en busca de gigantes? Ahí mismo, detrás del bosque de pinos, hay un tal Skirón, ése de la tortuga. Nos hemos tropezado con él y hemos escapado de milagro.

Caminante 1.-    Sí, por un pelo. Estaba ocupado descuartizando a todo un equipo de relevos, de Rodas, que iban a la Olimpiada. Si no es por eso no nos libramos. Por cierto, que es lástima, porque eran una gente colosal, y seguro que se hubieran llevado palmas de oro en su especialidad.

 

Caminante 2.-    Otra vez será... como las hay cada cuatro años...

 

(Teseo les hace poco caso. Mira por entre los árboles hasta que parece divisar al gigante. Entonces coge su espada, cuelga el escudo de una rama y se pone a golpearlo como si fuese un gong. Al fondo se ve al gigante avanzar, abriendo y derribando el bosque con sus enormes piernas y anchísimos píes. Al ver el asunto, los dos caminantes se levantan corriendo y huyen. Enseguida aparece Skirón y mira hacia Teseo.

En vista de que se ha detenido, los caminantes se paran también, pero lejos, observando los acontecimientos.)

 

Caminante 2.-    Este tipo es imbécil. Le van a dar una zurra...

 

Skirón.-  ¿Quién eres tú, insignificante enano?... No sabes que me dedico a hacer cuartos a la gente y echarle los trozos a mi tortuga?

 

Caminante1.-     ¡Qué animal!

 

Skirón.-  ¡Vamos, suplica por tu vida, pide misericordia!... Claro que es igual, no te voy a hacer ningún caso. Anda, elige un pino de éstos y vete quitando todos esos hierros que llevas encima. Si te descuartizo con armadura le vas a producir una indigestión a mi tortuga. Mientras tanto yo voy doblando el árbol para no perder tiempo.

 

(Teseo, ceremoniosamente, se va despojando de su yelmo, peto, espaldar, y finalmente deja también en el suelo la espada. Mientras tanto Skirón dobla un árbol sin partirlo.)

 

Caminante 2.-    Lo veo y no lo creo. Los atenienses tienen mucha fama, pero la verdad es que están como cabras. Ni Minotauro ni nada, este tonto acaba en el estómago de la tortuga de Skirón.

 

Caminante 1.-    Cuando lo contemos no nos van a creer. Y mira tú que una tortuga... Hasta para elegir animales domésticos son raros los gigantes.

 

Skirón.-  ¿Ya estás listo?... Es la primera vez que me dan facilidades. No habrás pensado que te perdonaré si cooperas, ¿verdad?... No te hagas ilusiones, muchacho, que Skirón no se ablanda.

 

(Skirón va en busca de Teseo, pero éste es mucho más ágil, y cuando el gigante le quiere coger, se escabulle. Así están durante un rato, hasta que el gigante, jadeando, se detiene.)

Skirón.-  Pero bueno, ¿qué clase de juego es éste? ¿Te crees que tengo tiempo de corretear detrás de una lagartija como tú?

 

Caminante 2.-    Yo apuesto que lo coge.

 

Caminante 1.-    Vale, acepto la apuesta. Mi saco de trigo egipcio contra tu racimo de uvas de Corinto a que el ateniense se escapa.

 

Skirón.-  No me hartes, que es peor. Si te estás quieto te prometo no hacerte daño. Palabra de gigante.

 

(La danza vuelve a empezar, y sigue durante un rato, hasta que Teseo se coloca con un finta detrás de Skirón, le pone la zancadilla y el gigante, dando un traspiés fenomenal, va a parar al mar, donde se oye el crujido de sus huesos cuando se lo come la tortuga.

Mientras los dos caminantes le observan asombrados, Teseo coge sus armas, y sin decir nada ni dirigirles la mirada, se marcha.)

 

Caminante 2.-    La verdad es que este Teseo engaña mucho, ¿eh?... Así al pronto parece un cualquiera, y luego...

 

Caminante 1.-    Todo consiste en no ponerse nervioso, porque estos gigantes son todos iguales: muy grandes y muy brutos, pero tienen la mollera completamente hueca.

 

Caminante 2.-    Será como tú dices, pero hay que tener valor, no lo dudes.

 

Caminante 1.-    ¡Psh! No te creas, yo mismo...

 

Caminante 2.-    Pero tú eres espartano, ¿no?...

 

(Salen. Oscuro.)

 

CANCIÓN CORAL 2

 

 

Qué será de ti

cuando el ocaso se presente sin señal,

y el anochecer

te traiga sombras y silencios de temor.

Qué será de ti...

En estos bosques tan salvajes perderás

tu seguridad,

guerrero fuerte, bien armado y vencedor.

 

 

Caminante, caminante

que caminas al azar,

si te encuentras a un gigante

no sigas para adelante,

caminante, caminante,

y camina para atrás.

 

Caminante que caminas

adelante y hacia atrás,

si te encuentras a un gigante:

o Teseo está delante,

caminante, caminante,

o te van a destrozar.

 

Qué será de ti

si cada árbol te amenaza desde atrás,

y si al caminar

tu sombra marcha en opuesta dirección.

Qué será de ti

si los bandidos quieren tu bolsa robar

y luego con tu piel

pretenden ellos su zamarra remendar.

 

 

ESCENA SEGUNDA

(Otro bosque.

Entra Caminante 1 y da un vistazo a su alrededor. Casi enseguida entra Caminante 2.)

 

Caminante 1.-    Buenas...

 

Caminante 2.-    Buenas... Oiga, ¿no nos hemos visto antes?...

 

Caminante 1.-    Le iba yo a decir lo mismo. Su cara me suena conocida... ¿Tal vez en Corcira, comprando vino?

 

Caminante 2.-    Puede ser, pero...

 

Caminante 1.-    ¿O en Esparta, en el simposium interpolis para la limitación de las lanzas estratégicas?

 

Caminante 2.-    Allí seguro que no, porque precisamente esos días estaba en Atenas, en la conferencia de demócratas nuevos... Pues no sé, la verdad. Claro que, como anda uno siempre por esos caminos...

 

Caminante 1.-    ¡Ya está! ¡Pero hombre, si usted es el caminante del bosque de Skirón!

 

Caminante 2.-    ¡Pues claro! (Se abrazan.) ¡Amigo mío, cuánto me alegra volver a verle a usted!... (Alarmado.) Espero que no sea gafe para los gigantes...

 

Caminante 1.-    ¡Quite usted, por Zeus! No me hable del salvaje aquél... Si no llega a ser por Teseo lo hubiésemos pasado mal. He pensado mucho desde entonces. Confidencialmente: estoy proyectando un sistema para acabar con los gigantes.

 

Caminante 2.-    Ojalá tenga éxito, porque son una plaga terrible. ¿Y se puede saber en qué consiste el invento?

 

Caminante 1.-    Pues... claro, es una cosa que aún está sin patentar... Pero, en fin, usted me cae bien y parece que estamos destinados a marchar juntos por los caminos. Se lo voy a confiar.

 

Caminante 2.-    Le escucho, querido amigo, pero creo recordar que antes nos tuteábamos...

 

Caminante 1.-    De acuerdo, escucha. En esencia se trata de una competición intergigantes. Está visto que a estos animales lo que les gusta es hacer el bestia. Pues bien, entre todos los caminantes propagamos la noticia de que en tal sitio hay otro aún más salvaje que hace cosas todavía peores. A éste se le dice que aquél come más gente de un solo bocado. A aquél, que allí hay uno que maneja una maza todavía más grande. Al de acullá, que aquí vive un gigante todavía más fuerte, etc. etc. Hasta que consigamos que se pongan en marcha, y o bien se van encontrando unos a otros por el camino y destruyéndose mutuamente... que es una posibilidad, o bien organizamos una especie de olimpiada sólo para gigantes...

 

Caminante 2.-    Creo que esta segunda idea es mejor. Al fin y al cabo, podemos vender localidades y además de librarnos de ellos, sacar una pasta gansa. No hay que descuidar el aspecto económico...

 

Caminante 1.-    Sí, ya lo he pensado... pero hay un problema: ¿Qué hacemos cuando se liquiden mutuamente y nos quedemos sin gigantes?

 

Caminante 2.-    Bueno... eso no es problema. Siempre podemos contratar gigantes extranjeros...

 

Caminante 1.-    No es mala idea, tienes razón. Y una vez que hayamos empezado con gigantes, luego ya se irá viendo. También podemos importar bichos extraños...

 

Caminante 2.-    Jabalíes salvajes, pájaros comedores de carne humana...

 

Caminante 1.-    Rebaños desatados...

 

Caminante 2.-    Minotauros...

 

Caminante 1.-    Lo malo van a ser los héroes, que se ganan la vida con todas estas cosas. Es posible que tengamos problemas con el sindicato de héroes y valientes.

 

Caminante 2.-    Intrusismo profesional, quieres decir...

 

Caminante 1.-    Claro. Por ejemplo, si empleamos a gigantes en el espectáculo, ¿qué van a hacer los Teseos, los Hércules, los Aquiles, los...?

 

Caminante 2.-    Habrá que pensar algo para ellos...

 

Caminante 1.-    Ya, pues imagínate el problema... No sé, no lo veo muy claro...

 

(Mientras están hablando, por entre los árboles del bosque aparecen cinco bandidos. Se acercan sigilosamente hasta los dos caminantes.)

 

Bandido 1.-        ¡¡Pumba!!

 

Caminantes.-      (Abrazándose asustadísimos.) ¡Aaaaaahgggg!

 

Bandido 2.-        ¡Animal!... ¿Pero qué modales son esos?... Nunca aprenderéis. (A los caminantes.) Ustedes dispensen, no era nuestra intención asustar.

 

Bandido 1.-        Disculpen... es que estoy empezando y todavía no atraco bien...

 

Bandido 2.-        Son unos bastos. Les digo a ustedes que estoy hasta el gorro frigio de esta gente. Todos los días lo mismo: Que somos bandidos de Grecia, que hay que tener en cuenta el pasado nacional, que hay que tener finura, que hay que cuidar el estilo... Pues no señor, te sueltan un ¡¡Pumba!! y se quedan tan panchos. ¡Venga, otra vez! ¡Y que se note que sois clásicos, diantres!

 

(Se esconden detrás de los árboles, y vuelven a salir sigilosamente. Los dos caminantes les observan asombrados y miedosos.)

 

Bandido 3.-        Buenas tengan ustedes, amables y gentiles viajeros de los senderos que por los caminos caminando vais...

 

Bandido 2.-        ¡Basta!... Hombre, ni tanto ni tan calvo. Sí, de acuerdo, somos clásicos, pero ¡somos bandidos! No hay que olvidar ni lo uno ni lo otro. Con delicadeza, pero con decisión. Con buenos modales, pero con ceño duro; dulces, pero a lo bestia. Ustedes disculpen. ¡Venga, otro!

 

Bandido 4.-        A las buenas... ¡Que la bolsa o que la vida!

 

Bandido 2.-        (Frenético.) ¡El toque clásico!

 

Bandido 4.-        ¡Ah, sí!... A las buenas; que dice el Oráculo de Delfos que la bolsa o que la vida.

 

Bandido 2.-        (Mesándose los cabellos de rabia.) ¡No, no, no, no! ¡Basta! ¡Corten! Pero bueno, ¿qué tiene aquí que ver el Oráculo de Delfos?... Digo lo del toque clásico para que se note el estilo, para que sepan estos caballeros que no van a ser asesinados y robados por unos cualquiera. ¡Nosotros somos bandidos griegos! Gentes de alcurnia, que tienen que tener unos modales...

Bueno, empecemos otra vez. Tú, sal a ver cómo lo haces.

 

Bandido 5.-        Muy buenas tengan los señores caminantes, me alegra encontrarles en buena salud. Les ruego tengan a bien soltar sus bolsas antes de que les destripemos. Aquí mis compañeros y yo somos salteadores de caminos, en prácticas, como verán. En mi nombre y en el de mis colegas les ruego poco alboroto. Si tienen que decir sus oraciones esperaremos.

 

Bandido 2.-        ¡Por fin!... ¿Ven ustedes lo que es la buena educación?... Este muchacho ha estudiado conmigo todo el tiempo. En cambio, esos salvajes han venido matriculados desde Tebas, que no tienen ni estilo ni modales ni nada. Bueno, pues ya lo saben ustedes, la bolsa o la vida: es decir, primero lo que prefieran, que el orden es libre.

 

Caminante 1.-    Me parece que aquí hay una confusión, amigo mío. Usted no sabe con quién está hablando.

 

Caminante 2.-    Eso, eso, no sabe usted con quién está hablando.

 

Bandido 2.-        Caminantes, me parece, y comerciantes por más señas. Seguro que llevan la bolsa repleta.

 

Caminante 1.-    ¿Ha oído hablar de Skirón?

 

Caminante 2.-    Sí, señor, era un animal de mucho cuidado.

 

Caminante 1.-    ¡Pues yo maté a Skirón!

 

Bandido 2.-        (Orgulloso y contento.) ¡Qué honor tan grande, querido amigo, poder matar al que mató a Skirón! Permítame que le abrace. Cuando lo cuente en la oficina no me van a creer... Por cierto, ¿sabe usted eso de que el que mató a Skirón tiene cien años de perdón!... Le prometo, querido colega, que le destriparemos con todos los honores. ¡Qué felicidad tan grande! ¡Aprended, animales! ¡Éste es un auténtico valiente, y no vosotros, que no sabéis ni quién era Skirón!... Por cierto, y ya que estamos en ello, ¿quién era Skirón, querido amigo?

 

Caminante 2.-    Un gigante de doscientos metros de alto. Y aquí mi amigo le sacudió un par de tortas y le dejó tumbado. Así que ya sabe a qué atenerse.

 

Bandido 2.-        ¡Qué bárbaro! ¡Un gigante de dos metros matado con doscientas tortas! ¡Fantástico!

 

Caminante 1.-    (Paciente y resignado.) Al revés...

 

Bandido 2.-        Bueno, pues al revés, más fantástico todavía. ¡Doscientos gigantes de dos metros matados solamente con dos tortas! ¡Qué tortas, por Poseidón, por Zeus y por Vulcano!

 

Bandido 1.-        Jefe, ¿atracamos o no atracamos?

 

Bandido 3.-        Sí, jefe, que a este paso...

 

Bandido 2.-        ¡Silencio! ¡Aquí mando yo! ¡Estilo! Lo que hay que tener es estilo. No entendéis nada. Atracar, atracar, sólo atracar. ¿Y los modales? ¡Al cliente hay que darle conversación! Y además, siempre se aprende algo. ¿Alguno de vosotros sabía que había dos mil gigantes de doscientos metros de altura que habían matado a tortas a dos caminantes? ¿Eh?... ¿Lo sabía alguno?... Pues entonces, so burros...

 

(Entra Teseo silenciosamente y se coloca detrás de los bandidos. Golpea su escudo con la espada. Los bandidos quedan asustados y tristes, mientras los caminantes se felicitan mutuamente con gestos de gran alegría.

Teseo, en silencio, va indicando por señas a los bandidos que se pongan en fila.)

 

Bandido 3.-        Jefe, se lo hemos dicho, que va a venir alguno, que va venir alguno... pero que si quieres.

 

Bandido 4.-        Y este no deja ni los huesos... ¡Dita sea, hombre! Tanto estilo tanto estilo, para esto...

 

Bandido 1.-        Ya me lo decía mi padre: cuidado con los de Atenas, cuidado con los de Atenas, que son unos listillos. Pero cuando uno es joven no le hace caso a nadie.

 

Bandido 5.-        Más nos hubiera valido... ¡Si es que no es vida, hombre! Entre tanto gigante y tanto héroe no hay quien atraque ná... Y lo peor es que ni he terminado los estudios... Yo que empezaba ya a tener mi estilo... ¡hala, al cancerbero!... No hay derecho, tanto héroe, tanto héroe...

(Según están en fila, Teseo les va sacudiendo un espadazo a cada uno en la cabeza y caen como fardos. Cuando termina, se va tranquilamente sin decir ni pío.)

 

Caminante 1.-    Esto es lo que llaman sistema industrial.

 

Caminante 2.-    Sí, producción en serie.

 

Caminante 1.-    Tanto como producción...

 

Caminante 2.-    Este Teseo, ¿será mudo?

 

Caminante 1.-    A lo mejor es una promesa...

 

Caminante 2.-    La verdad es que no era muy difícil... Se les mandaba por señas ponerse en fila, luego se coge una tranca cualquiera y se les va desnucando a medida que van pasando.

 

Caminante 1.-    Hace falta que se pongan, claro...

 

Caminante 2.-    Hombre, todo tiene sus pegas, desde luego...

 

(Van saliendo mientras hablan.)

(Oscuro.)

 

CANCIÓN CORAL 3

 

Qué será de ti

cuando el ocaso se presente sin señal,

y el anochecer

te traiga sombras y silencios de temor.

Qué será de ti...

En estos bosques tan salvajes perderás

tu seguridad,

guerrero fuerte, bien armado y vencedor.

 

 

Caminante, caminante

que caminas al azar,

si te encuentras a un gigante

no sigas para adelante,

caminante, caminante,

y camina para atrás.

 

Caminante que caminas

adelante y hacia atrás,

si te encuentras a un gigante:

o Teseo está delante,

caminante, caminante,

o te van a destrozar.

 

Qué será de ti

cuando la sierra de Procusto vibre ya

y al atardecer

tus piernas sobren más allá del lecho aquél.

Qué será de ti

si el ateniense no te viene a rescatar,

no compensará

que te haya yo sacado ahora mi cantar.


ESCENA TERCERA

(En escena hay dos grandes camas de piedra, una a la izquierda y otra a la derecha. La de la izquierda es enorme, de una longitud desmesurada. La de la derecha es ancha, pero muy corta.

Los dos caminantes aparecen a la vez, uno por cada lado del escenario.)

 

Caminante 1.-    ¡Hombre! Si es mi amigo el de los bosques...

 

Caminante 2.-    ¡Hombre! Si es mi amigo el de los bosques...

 

Caminante 1.-    Querido amigo, ¿qué tal van esos gigantes?

 

Caminante 2.-    Querido amigo, ¿qué tal van esos bandidos?

 

Caminante 1.-    Parece que tú eres el que atraes las desgracias, porque sólo me encuentro en peligros cuando estoy contigo.

 

Caminante 2.-    Yo diría que el gafe eres tú, porque a mí me pasa lo mismo. Verte y aparecer gigantes, todo uno.

 

Caminante 1.-    Verte y aparecer bandidos, todo uno.

 

Caminante 2.-    Me pregunto quién demonios va a salir ahora...

 

Caminante 1.-    Esperemos que también aparezca nuestro salvador...

 

Caminante 2.-    Sí, Teseo el mudo.

 

Caminante 1.-    ¿Le llaman así?

 

Caminante 2.-    Así le llamo yo, pues no he logrado cruzar con él ni una sola palabra. Llega, sacude los golpes, liquida los gigantes y machaca los bandidos y se va sin decir ni pío. Por eso supongo que es mudo.

 

Caminante 1.-    Será tímido.

 

Caminante 2.-    ¿Tímido con esa facha, con ese espadón tremendo, con ese yelmo desmesurado y con ese escudo que parece una trirreme?

 

Caminante 1.-    Tengo entendido que los héroes éstos están todos llenos de complejos. Es gente muy delicada de mollera. Como tienen unos padres tan raros...

 

Caminante 2.-    En fin... ¿Y quién crees tú que vendrá a fastidiarnos esta vez?

 

Caminante 1.-    No sé qué decirte... Por lo visto en este bosque vive uno que se dedica a las camas.

 

Caminante 2.-    ¿Qué duerme mucho, quieres decir?

 

Caminante 1.-    No exactamente... Me han explicado algo, pero no lo he entendido muy bien. Parece que se trata de un hostelero, o uno que tiene un negocio de compra-venta de muebles, camas, principalmente.

Caminante 2.-    ¿Y vende mucho en este bosque?

 

Caminante 1.-    Es que no vende.

 

Caminante 2.-    ¡Ah, vamos! Es de esos que van repartiendo productos de regalo para hacer propaganda. Se está poniendo el comercio imposible con tanta competencia.

 

Caminante 1.-    Y que lo digas. He estado en Estagira hace pocos días, y he visto algo increíble. Si compras un volumen de las obras completas de no sé qué sabio, te dan de regalo un saco de trigo y una piedra de afilar cuchillos. Y de vez en cuando hacen una cosa que se llama “ofertas” y lo ponen todo por los suelos.

 

Caminante 2.-    Será incómodo para caminar, supongo.

 

(Aparece Procusto. Es un gigante enorme, armado con una gran sierra y una cuerda. Parece un sujeto educado y tímido.)

 

Procusto.-          Buenas tardes tengan ustedes.

 

Caminante 1.-    ¿Vende usted algo, buen hombre?

 

Procusto.-          Regalo camas.

 

Caminante 2.-    ¡Ah! Pues precisamente estábamos hablando de usted. ¿Marcha bien el negocio?

 

Procusto.-          ¡Psch!... No me puedo quejar. La semana pasada acomodé a toda una carreta de turistas beocios. Gente grande, los beocios. Los de la pequeña me dieron un trabajo enorme: tuve que serrar por lo menos veintisiete piernas...

 

Caminante 1.-    Perdone, ¿qué número de piernas tiene cada beocio?

 

Procusto.-          Dos, como todo el mundo.

 

Caminante 1.-    Como ha dicho veintisiete piernas...

 

Procusto.-          Ya, pero es que uno era manco.

 

Caminante 2.-    (En un aparte, a Caminante 1.) Este tipo está loco.

 

Caminante 1.-    Ya, ya le entendemos. Es decir, que eran trece beocios y medio, a dos piernas y mitad de beocio, salen veintisiete piernas menos un manco. Si está clarísimo...

 

Caminante 2.-    Así que eso le ocurrió con los de la pequeña. Y con los de la grande, ¿tuvo usted algún problema?

Procusto.-          No, señor. Apenas si tuve que estirar a uno o dos.

 

Caminante 2.-    A uno y medio, para redondear.

 

Procusto.-          Todo lo contrario, aquí no se redondea nada. Fue para alargar.

 

Caminante 1.-    Y díganos, buen hombre, ¿qué es eso de la pequeña y de la grande? Mi amigo y yo no entendemos nada, la verdad.

 

Procusto.-          Pues es muy sencillo. Como ven, tengo dos camas, y debo acomodar a los turistas desprevenidos a los que la noche les pilla en descampado. Cuando son muy grandes y sobresalen las piernas, se las corto. Cuando son pequeños y no llenan el lecho, les estiro una miaja.

 

Caminante 2.-    ¿No ha ido usted a visitar a un psiquiatra?

 

Procusto.-          No, señor, yo no visito a nadie. Es al revés.

 

Caminante 2.-    Pues los psiquiatras entienden mucho de todo esto.

 

Procusto.-          ¿También estiran y encogen a la gente?

 

Caminante 2.-    Bueno... esto... sí, más o menos...

 

Caminante 1.-    ¿Y la gente se deja acomodar, como usted dice?

 

Caminante 2.-    Me imagino que armarán un jaleo terrible.

 

Procusto.-          Pues sí, tiene razón. Cada día es más difícil convencer a la gente de que lo que necesitan es precisamente mi cama y ninguna otra cosa más.

 

Caminante 1.-    Es que hoy el público está muy maleado por la publicidad.

 

Procusto.-          Pero yo doy un buen servicio. Mi establecimiento no es una tenducha cualquiera. Aquí todo el mundo queda satisfecho. Yo no engaño a nadie. Nunca he tenido un cliente que no quedara justo a las medidas de la cama elegida.

 

Caminante 2.-    Sí, es usted un comerciante concienzudo. Así debería ser todo el mundo. Si viera cuánto engaño hay hoy en el mundo de la publicidad...

 

Caminante 1.-    Pues nosotros tenemos un amigo, un tal Teseo, que sería un buen cliente para usted.

 

Procusto.-          ¿Se le estira bien?

 

Caminante 2.-    La verdad es que no sabemos si se le estira bien, o si es correoso. Lo que pasa es que es un tipo que no da tabarra ninguna. Usted puede tratar de venderle su cama, estirar o serrar, que seguro que no da un ruido.

Procusto.-          Pues será una bendición de cliente, desde luego, porque hay cada protestón. A la mayoría les tengo que sacudir fuerte para que no griten.

 

Caminante 1.-    Pues a éste que le decimos seguro que no. Es mudo.

 

Procusto.-          Bendito sea, qué felicidad. ¿Saben si pasará por aquí alguna vez?

 

Caminante 2.-    Es un tipo andariego. No me extrañaría que pasara por aquí no tardando mucho. En secreto: es un especialista en gigantes.

 

Procusto.-          ¿Vende gigantes a domicilio?

 

Caminante 2.-    ¡No, no, ni mucho menos!. Es más bien lo contrario.

 

Caminante 1.-    Consume gigantes en realidad.

 

Procusto.-          ¡Qué raro!... ¿Sabrán bien?... Yo nunca he probado gigante.

 

Caminante 2.-    Aquí mi amigo y yo hemos estado en algunas ocasiones a punto de probar gigante... Lo que ocurre es que llegó Teseo y no nos dejó probar nada.

 

Caminante 1.-    Sí, porque si no llega...

 

Caminante 2.-    ¡Calla!... Mi amigo quiere decir que si no llega Teseo...

 

Caminante 1.-    Nos hubiera dado una indigestión de gigante.

 

Procusto.-          Pues ya me gustaría a mí conocer a ese Teseo. Tiene que ser una buena persona.

 

Caminante 2.-    Por lo menos no cobra.

 

Caminante 1.-    Eso. Cobran los demás.

 

Procusto.-          Y a ustedes... ¿no se les echa la noche encima?

 

Caminante 2.-    (Sobresaltado y asustadísimo.) ¡Calle usted, por Hera! Mi amigo y yo no dormimos nunca.

 

Caminante 1.-    Eso, somos insomnes. Y además, nos vamos que tenemos prisa.

 

Caminante 2.-    Que usted lo pase bien, querido amigo.

 

Procusto.-          ¡Un momento!... La hospitalidad es la hospitalidad. Al fin y al cabo llevamos un rato charlando y ustedes son ya como de casa. Tengo dos lechos preparados...

 

Caminante 1.-    ¡Ni hablar, querido amigo! Ya hemos molestado a usted demasiado. No vamos a consentirlo de ninguna manera.

 

Caminante 2.-    Por otra parte, siempre se pueden presentar familiares a última hora... Su señora madre, su señor padre...

Procusto.-          Les digo a ustedes que no es molestia. Ni mi señora madre ni mi señor padre van a venir por este bosque. Y además, ustedes son amigos míos.

 

Caminante 1.-    ¡Cómo le honra a usted esta insistencia! Créame que le comprendemos perfectamente.

 

Caminante 2.-    Es usted uno de esos caballeros antiguos para los cuales la hospitalidad es sagrada. Da emoción ver que las buenas costumbres no se han perdido del todo.

 

Caminante 1.-    ¿Está seguro que no le incomodamos?

 

Procusto.-          ¡Faltaría más! Me encanta que pasen ustedes la noche bajo mi techo.

 

Caminante 2.-    ¡Qué hermosa y delicada metáfora!... Porque aquí no hay techo.

 

Caminante 1.-    Ni falta que hace. Si me sierran, por lo menos que me dé el aire.

 

Caminante 2.-    Serrar... no seas pedante. Será estirar.

 

Caminante 1.-    Lo que sea. Como no andemos listos, este animal nos acomoda.

 

Procusto.-          ¿De qué hablan?

 

Caminante 2.-    Nada, nada. Comentábamos su amabilidad...

 

Caminante 1.-    Desde luego. Oiga, querido amigo, ¿no le apetecería un traguito antes de dormir?

 

Procusto.-          ¿Un traguito?

 

Caminante 1.-    Sí. Nos vamos a la taberna más próxima y...

 

Procusto.-          Pero si la taberna más próxima está a cinco mil estadios y dos cuartas...

 

Caminante 2.-    Usted siempre tan exacto.

 

Caminante 1.-    Pues estupendo, nos damos un paseito para hacer sueño.

 

Procusto.-          Hombre... un paseito de veinte horas.

 

Caminante 2.-    Y tres tercios, por lo menos.

 

Caminante 1.-    Ya no se me ocurre más. Me parece que esta vez no hay quien nos saque del lío.

 

Caminante 2.-    Sí, esta vez nos estiran.

 

Caminante 1.-    ¡Bendito sea Neptuno, y qué región más tonta!... Te roban, te destripan, te acomodan...

 

Caminante 2.-    Y Teseo sin venir.

 

Caminante 1.-    Se habrá quedado en otro gigante.

 

Caminante 2.-    A mí nunca me han gustado los hoteles de tantas estrellas. Que la cama sea cómoda, bueno, pero esto de hacerte a la medida ya es pasarse un pelín.

 

Caminante 1.-    Y la guía turística no lo advierte.

 

Caminante 2.-    Es lógico. Este sitio es sólo para multimillonarios.

 

Caminante 1.-    Sí, como los beocios.

 

Caminante 2.-    Exacto: dos beocios y medio de trece piernas y cuarta.

 

Caminante 1.-    Y cuarto y mitad.

 

(Mientras tiene lugar este diálogo, los dos caminantes tratan de escapar de Procusto, que a toda costa quiere meterles en las camas de piedra. Juegan al escondite entre las dos grandes moles.)

 

Procusto.-          ¡Qué gentiles son ustedes! Palabra que nunca me había divertido tanto.

 

Caminante 2.-    Y usted que lo diga, querido animal... ¡digo, querido amigo!

 

Caminante 1.-    (A grito pelado.) ¡¡Teseo!! ¿Pero no vas a venir de una vez?

 

Procusto.-          ¡Ojalá viniera! Aunque tendría que esperar, porque camas sólo tengo dos...

 

Caminante 2.-    ¡¡Teseo, Teseo!!... ¡A saber dónde estará el mudo holgazán ése!...

 

Caminante 1.-    ¡Teseo!... Como no se dé prisa me sierran.

 

Caminante 2.-    ¡Te estiran!

 

Caminante 1.-    ¡Bueno, me estiran!... No aguanto a la gente pedante, caramba...

 

(De pronto aparece Teseo, que comprende la situación a la primera mirada. Procusto se detiene un momento mirando al nuevo visitante. Los dos caminantes, jadeando, se dejan caer al suelo, muy relajados y tranquilos.)

 

Caminante 2.-    Ya era hora, hijito...

 

Procusto.-          Buenas... Usted no me conoce, pero yo he oído decir que usted es un gran amigo de los gigantes.

 

Caminante 1.-    ¡Menos charla y a la cama con él, fanfarrón!

 

Caminante 2.-    ¡Eso, eso, a estirar y serrar, pedazo de burro!

 

(Antes de que Procusto se dé cuenta, Teseo le descarga un terrible espadazo en la cabeza. El gigante cae al suelo. Teseo lo levanta y le tumba sobre el lecho pequeño. Después coge la gran sierra de Procusto y corta por las bravas los pies y piernas del gigante. Cuando termina coge sus armas y se marcha sin decir palabra.)

 

Caminante 2.-    Lo dicho: no me acostumbraré nunca.

 

Caminante 1.-    ¿A los gigantes?

 

Caminante 2.-    Al mudo éste.

 

Caminante 1.-    Pues nos ha hecho muy buenos servicios.

 

Caminante 2.-    Sí, pero cada vez llega más tarde.

 

Caminante 1.-    Están siempre tan ocupados...

 

Caminante 2.-    Me mudo de lugar, a otras tierras.

 

Caminante 1.-    Sí, a Creta, ¿verdad?

 

Caminante 2.-    En efecto, ¿cómo lo sabes?

 

Caminante 1.-    He oído que Teseo se va allí, a por el Minotauro; he supuesto que tú harías lo mismo.

 

Caminante 2.-    Pues sí. No me gusta mucho, pero prefiero los mudos a que me sierren y destripen.

 

Caminante 1.-    Yo también.

 

Caminante 2.-    Un día voy a componer una canción.

 

Caminante 1.-    ¿La canción de Teseo?

 

Caminante 2.-    No. La canción del gigante.

 

Caminante 1.-    ¿Y qué dirá?

 

Caminante 2.-    Muchas cosas. Hablaré de gigantes y tortugas, de camas y de bandidos.

 

Caminante 1.-    Y de beocios.

 

Caminante 2.-    Sí, de doce beocios con cuarto y mitad de piernas.

 

Caminante 1.-    Pero mancos.

 

Caminante 2.-    Por supuesto. Se llamará los doce mancos y el mudo.

 

Caminante 1.-    Cuarto y mitad de mudo.

 

(Oscuro.)