Érase
una
vez
un
guerrero fuerte y armado,
que
salió
a
buscar
laberintos
de piedra y temor.
Más
allá.
tras
el mar,
el
Minotauro de la venganza
quiere
ser
vencedor
en
la lucha en contra del amor.
Podéis
ver
hoy
aquí
el
combate donde el coraje
consiguió
resistir
contra
el miedo de sombra y maldad.
Esta
es
la
canción
de
Teseo, hombre de Atenas,
que
logró
el
amor
de
Ariadna, más allá del mar.
Supo
ir
y
volver
porque
el hilo le conducía.
Y
luchar
y
vencer
con
la ayuda de su gran valor.
La
verdad
del
saber
de
la fuerza y de la firmeza
pudo
al fin
obtener
el
rescate de la libertad.
ESCENA
PRIMERA
(Al levantarse el telón, Teseo, niño, está jugando con sus
amigos, Oxilos, Kranaos, Itilos, y con su amiga Hermione y con su prima Herse.
Están jugando a las tabas y dando grandes voces. Después de un rato de juego,
el bullicio se calma un poco y continúan en relativo silencio.
Salen los narradores y el coro.)
Narrador
1.- Estamos en el patio del
palacio de Piteo. Piteo es el rey de Trecene, es el padre de Etra y abuelo de
Teseo. Es un buen rey y también un abuelo complaciente.
Narrador
2.- Tanto Etra como Piteo
procuran que Teseo se divierta y le dejan jugar y jugar con sus amigos y
amigas.
Narrador
1.- No quieren que Teseo
despierte demasiado pronto.
CORO.- No despiertes aún, Teseo, no despiertes.
El sueño de la infancia es tu mejor defensa.
Ya vendrá la vigilia, y el cansancio y la lucha.
Ya vendrá la batalla, el peligro, el temor.
Despertar es el cansancio.
Despertar es la tarea de los hombres.
Tú
eres niño, Teseo, conserva aún tu sueño.
No despiertes aún, Teseo, no
despiertes.
En tu sueño no hay gigantes, ni monstruos, ni batallas.
En tu sueño no hay bandidos, no bosques, ni desiertos.
En tu sueño no hay mares, ni ríos, ni montañas.
Todo es llano y sencillo y claro y sin sombra.
No despiertes aún, Teseo, no
despiertes.
Narrador
2.- Etra y Piteo conocen el
destino que aguarda al muchacho. Saben que deberá enfrentarse con mil peligros
enormes, con gigantes crueles, con bestias salvajes, con monstruos y
laberintos.
Narrador
1.- Pero será más tarde, mucho
más tarde, cuando Teseo se convierta en un guerrero fuerte.
Narrador
2.- Cuando pueda arrancar la
espada y levantar la peña que tapa el escudo.
Narrador
1.- La espada y el escudo de
Egeo, su padre, que dejó enterrados bajo una gran piedra. Teseo no será capaz
de enfrentarse con el mundo hasta que no pueda rescatar las armas de su padre.
Narrador
2.- Y aún falta tiempo, mucho
tiempo.
CORO.- No despiertes aún, Teseo, no despiertes.
Despertar es empezar el camino de la
muerte.
No despiertes aún, Teseo, no despiertes.
Despertar es dejar el sendero de la
ilusión.
No despiertes aún, Teseo, no despiertes.
Narrador
1.- Egeo, el padre de Teseo,
está en Atenas. No quiere que su hijo vaya allí aún, cuando es tan niño que no
puede defenderse.
Narrador
2.- Un gran enemigo le amenaza:
Minos, rey de Creta, que ha jurado vengarse.
Narrador
1.- Pero llegará el día de la
verdad y la lucha se abrirá terrible, cuando Teseo, siguiendo su llamada, vaya
a enfrentarse con el Minotauro.
Narrador
2.- Pero aún falta tiempo,
mucho tiempo.
CORO.- No despiertes aún, Teseo, no despiertes.
Narrador
1.- No despiertes, Teseo.
Narrador
2.- No despiertes.
(El juego ha vuelto a enconarse. Suben las protestas y los
gritos. Por fin Teseo, airado y enfurruñado, se levanta y se aparta del grupo
de sus amigos.)
Herse.- Como es el niño mimado... Seguro que en casa
siempre hace lo que le da la gana. Si lo sabré yo...
Itilos.- ¡Eh...! Ven acá, mal amigo. ¿No estás
contento si gana alguno de nosotros? ¿Tan poco quieres a tus compañeros que no
puedes dejarles la victoria alguna vez?
Kranaos.- Aunque sea el mejor...
Oxilos.- ¡El mejor! Eso está por ver...
Kranaos.- Aunque fuese el mejor, la suerte es la
suerte.
Teseo.- ¡La suerte es mía!
Itilos.- ¿Oís?... ¡La suerte es suya!
Trecene es suya, el palacio es suyo, el reino de Atenas es suyo, el patio es
suyo, las tabas son suyas y, por si fuera poco, ¡la suerte es suya!
Herse.- ¡No! No le deis la suerte. Que gane ahora y
siempre si es el mejor, o si le ayudan, o si tiene buenos amigos. Pero no le
deis la suerte.
Herse.- ¡Bobo! ¿No te das cuenta de
que la suerte es la ayuda de los dioses? ¿Qué puedes hacer nunca sin la suerte?
Kranaos.- A mí me han enseñado que los dioses
sólo conceden ayuda si tú pones algo de tu parte. En caso contrario, no hay
suerte que valga.
Oxilos.- Sea como sea, lo cierto es que con este
muchacho no se puede jugar a las tabas.
Hermione.- Bueno, basta ya. Siempre os estáis
metiendo con él.
Herse.- ¡Claro, ya salió la defensora!
Hermione.- Teseo tiene la suerte con él, lo mismo
que tiene la fuerza y la habilidad.
Itilos.- ¡Chica, que se te nota mucho la
preferencia!
Hermione.- ¿Y qué?... Lo que he dicho es cierto.
Herse.- ¿Sí? Pues a ver cuándo gana alguna vez a las
tabas, porque hasta ahora no ha ganado ni una sola vez. Al menos esta tarde.
Hermione.- Es un juego que no tiene ninguna
utilidad. Pero los juegos que importan los gana todos siempre.
Oxilos.- ¿Y qué juego importa, si se puede saber?
¿Pelear como salvajes? ¿Subir a los árboles, como esos bichos de cola retorcida
que trajeron los buhoneros orientales?
Hermione.- Dices que lo desprecias porque eres
débil, pero en el fondo sabes que tengo razón.
Teseo.- ¡Basta!... No es preciso que nadie me
defienda ni me ataque. Los monstruos de mares lejanos se juntarán para
atacarme...
CORO.- ¡¡No despiertes, Teseo, no despiertes!!
Teseo.- ...y yo sólo me basto para defenderme. Ya lo
he dicho: la suerte es mía.
Kranaos.- ¿La has comprado?
Herse.- ¿O acaso la has heredado de tus padres?
Teseo.- No la he comprado ni la he recibido. La
ganaré con mi propio valor, y es tan seguro, que ya podéis considerarla como
mía.
Herse.- Mal te veo, vanidoso. Me parece que antes
tendrás que quitársela a tu primo Hércules, que la necesita y la tiene toda él.
Oxilos.- Has dado en el clavo. Lo que le pasa a éste es
que tiene una envidia que no se aguanta.
Hermione.- ¡Dejadle en paz!
Teseo.- Vas a ver tú quién es el héroe y quién es el
primo del héroe.
(Teseo, como una furia, se lanza contra el grupo de sus
amigos. Se entabla una feroz pelea, quedando solamente Hermione a un lado. Poco
a poco Teseo va derribando a todos. Cuando la pelea está a punto de concluir
entra Hipólita, la anciana nodriza de Teseo.)
Hipólita.- ¿Pero es que estáis locos? ¡Los
dioses me valgan! Siempre la misma escena. Brazos arañados, rodillas
despellejadas, sangre por todas partes... ¡Bien se ve que sois aspirantes a
héroes y guerreros...! ¡Venga, todo el mundo a su casa! Por hoy se ha acabado
la fiesta. Y tú, Teseo, castigado en aquel rincón.
Oxilos.- (Saliendo.)
Con suerte o sin suerte, la próxima vez te voy a hacer comer las tabas.
Herse.- Adiós, niño bonito. Ahora podrás ganar
siempre. Jugando tú sólo...
Hermione.- No les hagas caso, Teseo. Sólo es
envidia...
Kranaos.- Mañana veremos, Hércules de pega...
Itilos.- (Cojeando.)
Abusón, burro.
Hipólita.- ¡Venga ya, todos a casa y en
silencio!
(Los chicos se han ido. Teseo está en su rincón, mirando
hacia la pared y canturreando como si nada hubiese pasado.
Hipólita recoge lo que han desordenado y luego, poco a poco,
se va acercando al muchacho. Le coge de un brazo, le vuelve y le levanta la
cara buscando lágrimas. Después le lleva hasta un banco de piedra y le sienta junto a ella.)
Hipólita.- Pero muchacho, muchacho... ¿tienes
que estar siempre peleando con tus mejores amigos?
Teseo.- No son mis mejores amigos, nodriza, ni
siquiera son mis amigos.
Hipólita.- Pero Hermione...
Teseo.- Ella es aparte. Los otros sólo vienen aquí
porque éste es el palacio del rey, y porque sus padres quieren presumir de que
los chicos juegan con el nieto de Piteo. No son mis amigos, nodriza. Son mis
enemigos.
Hipólita.- Ésa es la primera lección que tienes
que aprender. Y tienes que aprenderla bien.
Teseo.- ¿Qué los príncipes sólo tienen enemigos?
Hipólita.- Que los hombres están solos.
Teseo.- No te entiendo.
Hipólita.- Antes de que empezarais esa absurda
pelea, que casi no me habéis dado tiempo a intervenir, estuve escuchado vuestra
discusión. Tú tienes razón, Teseo, pero ellos también la tienen. La suerte la
dan los dioses, pero su compañera es la soledad. Irás por el mundo venciendo,
como Hércules, más que Hércules, y serás el rey más glorioso de Atenas, si es
que eres capaz de ganar tu suerte. Pero estarás solo.
Teseo.- ¿Es mala la soledad?
Hipólita.- Es un precio... Si lo que consigues
merece la pena para ti, entonces no importa. Si resulta demasiado cara...
entonces lamentarás haber conseguido la suerte. La mayoría de los hombres, por
eso, aunque dicen que la quieren, en realidad no la quieren.
Teseo.- Pero acabas de decir que todos los hombres
están solos...
Hipólita.- Eso es, Teseo, los hombres, los
verdaderos hombres, los que saben con certeza lo que quieren y lo quieren de
tal modo que nunca se apartan de su camino. Vencen, pero sólo pueden sentarse
sobre su victoria y hablar consigo mismos.
Teseo.- Entonces no sé si quiero buscar y encontrar
la suerte.
Hipólita.- A veces ella nos busca y nos
encuentra a nosotros.
(Canción de Hipólita, mientras se hace la oscuridad.)
Oye,
mis
ojos ven tu andar lejano
cuando
te enfrentas con el mundo
sin
piedad.
Yo
sé,
aunque
ahora juegas y te ríes,
aunque
ahora sueñas y no sabes
que
te
irás.
Siento
tus
hondos ojos en la noche
venciendo
miedos, laberintos
de
temor.
Y
oigo
tu
silencioso y gran coraje
contar
al mar y la montaña
la
verdad.
Vuelve,
niño
Teseo que aún no has ido,
regresa
desde la tiniebla
sin
tardar.
ESCENA
SEGUNDA (Palacio
de Piteo. Biblioteca.
Teseo está sentado en una pequeña silla junto a una mesa
llena de pergaminos. Está estudiando. A su lado se encuentra Baros, su
preceptor. Al fondo, sentada tejiendo, Etra, su madre. Revisando pergaminos por
las estanterías, Piteo, su abuelo.)
Teseo.- (Refunfuñando.) ¡No sé de qué
me va a servir tanta bobada!... La historia de Atenas, la de Trecene, la de los
dioses, la de los héroes...
Baros.- Mal podrás imitarles si no conoces sus
hazañas.
Teseo.- Es que no pretendo imitarles. Yo quiero ser
yo mismo, Teseo el Héroe, no Teseo el Imitador.
Etra.- No refunfuñes, Teseo. Los héroes no
refunfuñan.
Teseo.- Ni estudian.
Piteo.- Tal vez el muchacho tenga razón. Seguro que
Hércules no ha estudiado ni el alfabeto...
Baros.- No me parece bien que descuides tus palabras,
Piteo. Aunque yo sea un humilde preceptor, debo decirte que, como rey, no debes
menospreciar a los héroes; como abuelo, no debes dar mal ejemplo a tu nieto; y
como simple mortal debes tener respeto por los dioses.
Teseo.- ¡Duro con él, abuelo!
Etra.- ¡Niño!
Piteo.- Verás... creo que tienes mucha razón en lo
que dices, pero aún recuerdo cuando era muchacho y me obligaban a pasar el
tiempo leyendo lo que yo no quería leer, sino practicar. ¿Vosotros creéis que
se prepara uno mejor para arrebatarle la ganadería a Gerión leyendo que
haciendo ejercicios?... Yo creo que no. Y en cuanto a Hércules... bueno, con
esa pinta de...
Etra.- ¡Padre, por favor, que el niño está
delante!
Teseo.- Sigue, abuelo.
Piteo.- En fin, que me parece bien
un poco de estudio, de cultura y de ciencia, pero el muchacho está sobrecargado
de lecciones y yo entiendo que se canse. Eso es todo.
Baros.- La cultura es la base de la vida. ¿Te
parecería bien que volviera un día victorioso de enfrentarse con algún enemigo
monstruoso y no supiera corresponder debidamente a los homenajes que se le
hicieran? ¿O que agradeciera un elogio con un gruñido?
Etra.- Me parece que esta discusión es ociosa. Se
ha decidido entre todos que la educación de Teseo sea completa, ¿a qué viene,
pues, el volverlo a discutir?
Teseo.- ¡Mujeres!
Baros.- ¡Basta, Teseo! Tu madre debe merecerte todo
el respeto.
Teseo.- Pero las mujeres nunca comprenden las cosas
de los hombres...
Etra.- Tal vez, pero comprendemos las cosas de
los niños.
Teseo.- (Pegando
un salto, airado.) ¡Yo no soy un niño! Mil veces te he dicho que me
permitas intentar levantar la piedra para recoger el escudo y la espada de mi
padre, y tú no quieres. Seguro que soy capaz de hacerlo. ¡Soy un hombre!
Etra.- Ni un pedrusco eres tú capaz de levantar
todavía.
Teseo.- ¡Madre!
Piteo.- ¡Basta! Ésta sí que es una discusión
ociosa. Día llegará en que seas capaz de levantar esa piedra y de empuñar con
honor la espada de tu padre. Llegará, no lo dudes, aunque siempre será más
tarde de lo que desea tu impaciencia y más pronto de lo que pretende el cariño
de tu madre.
Etra.- Las mujeres griegas no entendemos las
cosas de los hombres... Ni Penélope, ni Casandra, ni Helena ni Aljmene, ni Io
ni Etra, ni Antígona ni Electra, ni Medea ni Ifigenia, ni Iocasta ni Fedra. No,
las mujeres de Grecia no saben nada de los hombres... ¿quién entiende entonces
las cosas de los hombres...? ¡Los hombres no, desde luego, al menos en esta
tierra! ¿Quién cuida de los hijos hasta que se hacen hombres?, ¿quién siembra
en ellos el respeto y el amor por un padre lejano que siempre está en la
batalla y la aventura?, ¿quién les enseña el idioma de sus mayores?, ¿quién
pena por los esposos y los padres y los hijos cuando guerrean?, ¿quién se
alegra con los esposos y los padres y los hijos cuando regresan con la
victoria?, ¿quién les llora cuando no regresan?, ¿quién les amortaja y
entierra?, ¿quién suplica a los dioses por su día y por su noche, por su
infancia y por su madurez, por su vida y por su muerte? ¡No, las mujeres de
Grecia no saben nada de las cosas de los hombres! Ni Penélope, ni Casandra, ni
Helena ni Aljmene, ni Io ni Etra, ni Antígona ni Electra, ni Medea ni Ifigenia,
ni Iocasta ni Fedra...
(Entra Kriso, el sirviente mayor.)
Kriso.- Mensaje de Atenas. (Lo entrega y se va.)
Piteo.- (Abriendo
el mensaje y leyendo.) “De nuevo se nos exige el tributo de catorce
jóvenes para que sirvan de alimento a esa maligna bestia que habita en el
laberinto de Creta. Minos no tiene piedad de nosotros y la ciudad se va
quedando sin sus hijos. ¡Cuánto deseo que haya quien pueda plantar cara a ese terror! Espero que estaréis en salud y
que Teseo se irá haciendo fuerte día tras día. Recordadme, Egeo.”
Teseo.- ¿Qué dices ahora, madre? ¿No me dejarás aún
que pruebe a levantar la piedra? ¡Atenas, mi patria, me necesita!
Etra.- Atenas necesita un hombre. Ya llegará tu
día.
Piteo.- ¡Ojalá ese día no sea tardío para Atenas!
Baros.- El molino de los dioses muele despacio.
Piteo.- Sí, y al final la harina de la vida se
deshace entre los dedos.
CORO.- (Desde
dentro.) Gira la rueda del tiempo y las cosas viven según medida.
Baros.- No se puede precipitar la historia.
Teseo.- ¡Quiero pelear! Quiero enfrentarme a los
enemigos de mi patria.
CORO.- Gira la rueda del tiempo y los hombres la
encuentran lenta.
Etra.- Si fueses ahora a su encuentro, serías una
nueva víctima que habría que sumar a todas las otras.
Piteo.- Un número cada día mayor...
Teseo.- Pero probar, solamente probar.
CORO.- Gira la rueda del tiempo y los hombres la
encuentran veloz.
Baros.- Quien ensaya antes de tiempo quema sus
semillas. Sembrar cuando no es la hora es destruir la cosecha futura.
Teseo.- ¡Yo conozco mi propia fuerza!
Etra.- Nadie conoce su propia fuerza hasta que
trata de mover la rueda de la vida.
CORO.- Gira la rueda del tiempo y las montañas se
hacen jóvenes.
Piteo.- No es posible moverla. No se la puede
forzar.
Baros.- Por eso pretendo que Teseo conozca, pues
solamente el que conoce puede enfrentarse a su destino con posibilidades de
victoria.
Etra.- Y conocer es ir acumulando sufrimientos y
esfuerzos.
CORO.- Gira la rueda del tiempo y los mares se hacen
jóvenes.
Teseo.- Si matáis mi valor con vuestra prudencia,
nunca llegaré a desenterrar el escudo de mi padre, nunca podré empuñar la
espada de mi padre, nunca podré vengar las ofensas de mi patria ¡nunca podré
ser Teseo!
Etra.- Nunca somos nosotros. Siempre estamos
tratando de serlo, pero siempre algo se nos interpone. Vivir es eso: tratar de
ser nosotros mismos.
Piteo.- Y al final se descubre...
CORO.- Gira la rueda del tiempo y las estrellas se
hacen jóvenes.
Kriso.- (Entrando.)
Mensaje de la campiña. (Lo entrega y se va.)
Piteo.- (Leyendo.)
“El gigante Skirón siembra el terror por todas partes; los viajes son cada vez
más inseguros, los caminantes son asaltados y muertos. Suplicamos al rey que
envíe tropas contra él y libre a la gente pacífica de ese tremendo peligro”.
Teseo.- Los mensajes se suceden y Teseo estudia.
CORO.- Gira la rueda del tiempo y los hombres
envejecen.
Etra.- ¡No importa! No importa si el Minotauro
deshace la juventud de Atenas, ni importa si Skirón asola los caminos. No
importa si los bandidos asaltan a los viajeros, no importa si los héroes vencen
o son vencidos. Lo único que realmente importa es que cada uno descubra su
nombre, y eso requiere tiempo, tiempo, ¡tiempo!
Piteo.- ¿Y cuando el tiempo se acaba?
Etra.- El tiempo no se acaba nunca.
Teseo.- Ya no hay tiempo que perder. Madre, permite
que lo intente. Sé que soy capaz de levantar esa piedra y de matar a ese
gigante y de destruir ese monstruo y de salir del laberinto. Madre, ¡yo soy
Teseo!
Etra.- ¿Y quién es Teseo?
Baros.- Se necesita tiempo, tiempo, tiempo, para que
cada uno descubra su propio nombre.
Piteo.- Yo sé que estáis hablando desde otro extremo
de la vida. Sé que no sabéis. Porque el tiempo es poco y se acaba antes de
empezar.
CORO.- Gira la rueda del tiempo y los hombres no lo
ven.
Teseo.- ¡¡Yo soy Teseo!!
Kriso.- (Entrando.)
Un mensaje del tiempo. (Lo entrega y se va.)
Piteo.- (Lo abre.)
Está en blanco.
(Oscuro.)
ESCENA
TERCERA
(Patio exterior del palacio de Piteo. En el centro hay una
roca enorme, debajo de la cual están enterrados la espada y el escudo de Egeo.
Teseo está junto a ella, mirándola de frente, quieto,
silencioso, con las piernas abiertas, como plantado firmemente en la tierra.
Desde las almenas, y situados a distancia uno de otro, le
observan Etra, su madre, Piteo, su abuelo, e Hipólita, su nodriza.
Los dos narradores están en primer plano. Se oye de vez en
cuando al coro, pero no se le ve.)
Narrador
1.- Por fin ha llegado el
momento. Teseo es ya un hombre y su madre le ha consentido intentarlo. Tratará
de levantar la enorme piedra debajo de la cual se encuentra la espada de Egeo,
su padre.
Narrador
2.- La espada es el símbolo de
la fuerza, pero también del valor y de la inteligencia.
Narrador
1.- Teseo siempre ha sido
fuerte, pero su madre y su preceptor han querido asegurarse de que su valor era
seguro y de que su inteligencia era clara. La fuerza sola no es nada.
Narrador
2.- Etra sabe que Teseo vencerá
su prueba.
Narrador
1.- Piteo también lo sabe.
Narrador
2.- Hipólita lo sabe igual.
Narrador
1.- En Grecia todo el mundo
sabe desde siempre lo que concierne a los héroes. No se sabe nada de los
hombres normales, ni se sabe nada de las mujeres normales. Pero todo el mundo
sabe todas las cosas de todos los héroes y de todos los dioses.
Narrador
2.- Porque en Grecia, los
héroes son la religión de la vida y los dioses son la historia de los hombres.
Narrador
1.- Grecia es ningún sitio y
todos los sitios, aunque esté en el mapa y vosotros lo podáis ver.
Narrador
2.- Atenas y Trecene, Esparta y
Tebas, Corinto, Corcira, Delfos y Creta, Estagira y Delos, Paros y Rodas son
todos los sitios y son ningún sitio, aunque vosotros podéis mirar los mapas y
los veréis allí.
Narrador
2.- Y nuestro futuro espera.
Etra.- Ahora es el momento, Teseo. Por fin ha
llegado.
Piteo.- Ahora. Fuerza tu espalda, fuerza tu valor.
Hipólita.- No desfallezcas.
CORO.- El futuro te espera, el pasado te observa.
Narrador
1.- Teseo también sabe que va a
vencer.
Narrador
2.- Pero teme.
Narrador
1.- No teme a la piedra, pues
sabe que sus músculos son más poderosos que la montaña, más fuertes que el
huracán.
Narrador
2.- No teme a los gigantes ni
teme a los monstruos.
Narrador
1.- Sabe que su astucia y su
valor son mayores que las estrellas y que los laberintos.
Narrador
2.- Teseo teme a Teseo.
Narrador
1.- No quiere abandonar su
hogar de niño, su mesa de niño, su cama de niño, sus juegos de niño. No quiere
marchar solo y sentirse solo y estar solo. Teseo tiene miedo de la constante y
pertinaz compañía de Teseo.
CORO.- El futuro te espera, el pasado te observa.
Etra.- ¡Ya!
Piteo.- ¡Todavía!
Hipólita.- ¡Luego!
(Teseo acerca sus manos a la roca y comienza a empujar. Poco
a poco la piedra se va desplazando de su sitio, hasta que finalmente deja al
descubierto las armas de Egeo.
Teseo las recoge y con un gesto de cansancio interior sale.
Etra comienza a cantar su canción, mientras se hace poco a
poco la oscuridad.)