Se enamoró tan perdidamente que la cosa por fuerza tenía que ser artificial y fingida, nadie se enamora de ese modo, los guionistas ya saben que la gente ha dejado de creérselo. Pero se explica, porque tenía más de cincuenta años y nadie la había besado jamás, así que decidió que su amor iba a ser desmesurado, enorme.

A él tardó un tiempo en elegirle (en realidad era aspecto menor y no tenía prisa) pero al fin se decidió por un compañero de trabajo, no de la propia oficina, sino de la sección de portes, joven, tal vez treinta años más joven que ella, no fue por nada especial, quizá porque era callado, prudente, servicial, o que se llamaba Arturo, nombre legendario de sus sueños de niña, o ni siquiera.

Y así se quedaron las cosas.

Tan poca relación personal había entre portes y administración, que llegó a olvidarse de su rostro vivo, pasaron años sin que volviese a verle, su amor por Arturo se había vuelto inmenso, crujidos sentía en los cimientos del mundo, era el peso de su amor, sólo ella lo sabía, los días y las noches tenían sentido cuando cambiaba el ramillete de flores silvestres ante el retrato de Arturo. Pero estando al borde de la jubilación, y antes de marcharse de la empresa para siempre, una última curiosidad la impulsó a buscarle, mejor sólo su ficha, ver su nuevo aspecto tantos años mayor, saber con quién se había casado, si tenía hijos y cuántos ... ¿acaso habría tal vez abandonado la empresa?...

La ficha era la misma de trece años antes, el hombre ya era un hombre, empezaba por la frente a escasear  su pelo, seguía tan prudente, callado y servicial, los informes decían que aún estaba soltero, una caliente osadía la obligó a hurgar con la llave maestra en la taquilla ajena: allí estaba su foto, la foto de ella misma, en una especie de altar a cuya ofrenda y ternura estaba dedicado, fresco, recién cogido, un aromático ramo de raspillas azules y caléndulas.

 

***

 

Le amaba la reina, pero era un mendigo: su estirpe, las inveteradas costumbres de su casta, las sociales conveniencias le obligaron a rechazarla. Se casó con una prostituta por razones de estado. Pero fueron amantes de tapadillo, la reina venía a verle a su covacha procurando que los otros miserables no la viesen. Al bastardo que nació nunca quisieron los mendigos reconocerlo como uno de ellos, tuvo que sentarse en el trono y reinar maldito de su casta.

La prostituta, que resultó estéril y les sobrevivió a todos, contaba esta historia por pocas monedas. Los mendigos la niegan, pero en palacio están orgullosos y presumen de la estirpe de sus reyes.

 

***

 

Los autores de diarios quieren ser sus propios personajes, escribirse su propia historia, pero su temeridad y atrevimiento les impulsan a hacerlo diseñando el pasado, peleando furiosamente contra el dios de la memoria que pretende obligarles a insertar sus mentiras; yo nunca podría, yo soy muy cobarde, tendré que conformarme con escribir mi futuro.

 

***

 

Tenía aquel rey tirano cuatro capitanes y ningún heredero, salvo su hija bellísima (me exige el tópico que el rey tenga una hija, que sea muy bella y que al final se case con uno de los cuatro, perdóneseme caer en el lugar común en gracia a la historia misma, que es al menos tan hermosa como la supuesta princesa).

Como estaba el reino sin príncipe, el rey dispuso que los capitanes marchasen a correr aventuras a lejanas tierras y al final se enfrentasen a muerte de forma que solamente hubiese un superviviente para heredar el tálamo de la joven y el trono del reino. Y así se hizo.

Esta es la historia de Skan1Ruk, el primero de los capitanes, que partió veloz en su caballo, espada al cinto, lleno el pecho de valor y de amor.

Paso por encima de infinitas aventuras donde su enorme coraje, su sagaz astucia, su viva inteligencia y su viril apostura le hicieron salir con bien y aprovechar las circunstancias para hacerse mejor hombre y más bravo capitán, y le vuelvo a encontrar en medio de una selva espesa donde se tropezó con tres monjes sabios de rostros cubiertos que meditaban en silencio junto a una hoguera misteriosa que nada quemaba y exhalaba aromas en mezcla armoniosa. Sin hablar le hablaron, sin mirarle le traspasaron con su mirada, vertieron en su pecho la revelación de sus propios sentimientos, se vio a sí mismo matando a sus camaradas, errando como penitente los senderos para siempre del inhóspito mundo, y de pronto no estaban se marchó los monjes la hoguera apagada despidió los ecos de su caballo. Al rey le ofreció vida y servicio, pero se negó a heredar un trono al precio de las vidas de sus compañeros, puso su daga en su propio pecho donde dicen los físicos que vive la vida y esperó que el rey decidiera él ya había decidido, la princesa le amaba y suplicó por él. No esperéis que os diga qué ha sido de Skan1Ruk, el primero de los capitanes del rey.

 

***

 

Esta es la historia de Skan2Ruk, el segundo de los capitanes del rey, que partió veloz en su caballo, espada al cinto, lleno el pecho de valor y de amor.

Recorrió incansable los caminos del mundo, sembrando la leyenda con su nombre y sus hazañas, ayudando al miserable, rescatando al cautivo, poniendo su mano firme, viril pero misericordiosa en la frente del moribundo, haciendo que las lágrimas se volvieran sonrisas y este impulso heroico (y el miedo a llegar al confín de los mundos y tener que matar a sus tres compañeros) le hicieron embarcar para lejanas tierras en remotos mares de orillas de fuego.

Mi relato cuenta que una madrugada estaba solo a bordo, nadie más había, salvo tres monjes sabios de rostros cubiertos sentados en silencio junto al mastelero de gavia, la brisa del mar llenaba la escena de aromas mezclados en armoniosa melodía.

Nada le dijeron y sin embargo supo, nu pudo ver sus rostros y sin embargo en su alma se grabaron, y comprendió que desterrado no podría por un mundo matar en tiniebla y en sangre a sus compañeros ni querría sin paz vivir para siempre. Y la nave volvió sin velas ni remeros su voluntad hizo camino de aquel mar de piedra.

Al rey le entregó su espada y su vida, con su propio puñal amenazóse el pecho, la princesa le amaba y pedía por él, no puedo deciros qué fue de Skan2Ruk, capitán del rey.

 

***

 

Esta es la historia de Skan3Ruk, el tercero de los capitanes del rey, que partió veloz en su caballo, espada al cinto, lleno el pecho de valor y de amor.

Las grandes praderas, los grandes horizontes, las inmensas llanuras, los despejados valles: esos fueron los paisajes que recorrió en su aventura el heroico guerrero cuya historia relato. Acudid a la leyenda si queréis saber todos los detalles, las gestas gloriosas, el sabor que su nombre sembró por los rincones de todos los países.

Ahora me interesa solamente un aspecto, la tarde en que se hallaba en medio de un desierto, cayendo el sol cobrizo en un pozo lejano, y se encontró de pronto tras un leve recodo (el desierto era plano, sin huecos ni relieves) con tres monjes sabios de rostros ocultos que en silencio le hablaban poniendo las palabras sin voz en sus oídos, depositando verdades en su alma incontestables mientras el sol del pozo perfumaba los aires con aromas mezclados en armonioso ajuste.

Y supo que no podría, que jamás que nunca matar a sus amigos, los tres compañeros que en algún confín esperaban su suerte. Cuando las figuras tapadas se borraron del aire como se borra todo si no es un espejismo, regresó a su patria y a su primer impulso, poniendo la vida, la honra y la espada a los pies del rey, y la daga de dado en su propia garganta, la princesa le amaba y rogaba por él.

Aún queriendo no puedo deciros qué fue de Skan3Ruk, un tiempo el tercero de los capitanes del rey.

 

***

 

Esta es la historia de Skan4Ruk, el cuarto de los capitanes del rey, que partió veloz en su caballo, espada al cinto, lleno el pecho de valor y de amor.

La sombra, le cupo en suerte la sombra, recorrer sus caminos desde el norte hasta el norte (ya sabéis supongo que en la nada no hay sur), derramando generoso su bondad y su fuerza, cualquier libro de historias os contará la suya, en la sombra abundan relatos sobre él, todos admiran sin tasa su heroica andadura.

Pero quiero yo contaros que en medio de la noche, una tarde cualquiera al salir el sol, encontró de repente a tres monjes sabios, con los rostros tapados y el silencio entre ellos llenando la noche de aromas sin mezcla.

Le hablaron sin hablarle, le abrieron el pecho y en las propias arterias sembraron las palabras como barcos de papel dorado hacia sus fuentes. Y supo que matar no era su destino, como mucho matarse, pero jamás su espada derramaría sangre de los tres compañeros que en la luz quizá le buscaban a tientas.

Con su mano desnuda borró las figuras de los monjes sabios, regresó a su patria y todas las armas abandonó ante el rey, todas menos una, la daga de misericordia que acercó sin miedo a sus propios ojos, al fin su paisaje era siempre la sombra, la princesa le amaba y lloraba por él.

Sí puedo deciros qué fue de Skan4Ruk, obligado el rey por su propia hija le perdonó la vida y aun la ceguera, Skan4Ruk tomó hábitos para hacerse monje, como también lo hicieron sus tres compañeros, cuatro monjes sabios, nunca los cuatro juntos, el bosque, el océano, el desierto, la sombra,  siempre de tres en tres.

 

***

 

Ha naufragado mi barco en un océano infinito, o por lo menos no tiene ya orilla a la que regresar, al zarpar se borraron todos los puertos, nunca he sabido distinguir un viaje sin término del término del viaje.

Debe de ser un mundo cóncavo, porque la quilla de mi barco es lo primero que diviso en el horizonte remoto donde mi naufragio se refleja como en un espejo.

Este mar, este cielo, mi barco sin rumbo, el tiempo sin fin, el tiempo sin principio son parábola de algo, pero no sé de qué.

La única manera de llegar hasta el puerto es tirarse al agua y probar nadando.

 

***

 

Si me das una limosna te entregaré el mundo.

Le dio una limosna, le entregó el mundo, lo usó durante un tiempo, volvió junto al mendigo, le quitó la moneda y lo mató de una paliza.

[Ejemplo de cuento ejemplar, con moraleja. A mí no me suelen gustar porque la gente se queda en la moraleja y se olvida del cuento, como hacen con su vida].

 

***

 

Naces, creces, vas juntando recibos, impresos, facturas, papeles, te jubilas, te mueres y cuando alguien rompe tus papeles y los tira te acabas para siempre. Dejar algún papel que no convenga tirar es quizá la única forma de sobrevivir. ¿Eternamente?... Pues no sé... ¿puede un papel durar eternamente?

Una de las vivencias más desoladoras que existen es romper finalmente la factura de aquel chisme que era tan valioso, tan caro, tan importante que hemos guardado como oro en paño esa factura mucho más allá de la existencia del objeto mismo. Cuando la rompes estás rompiendo memoria, identidad personal, sentimiento, trascendencia, yo guardo facturas milenarias de cosas que nadie en la actualidad comprende (se llamaban reglas de cálculo y no han existido).

Mi padre guarda una factura de la clínica y del día de mi natalicio, ergo soy.

 

***

 

¿Será posible que nadie, salvo yo, se dé cuenta de su valor y belleza?... ¿Ni siquiera los dioses que la han diseñado?... Muy probablemente, aunque parezca imposible, pues en otro caso no me la habrían entregado, se la habrían quedado para ellos.

Hablo de mi vida, hablo de mi amada, hablo de la tarde serena que se derrama sobre el horizonte, ¿de qué estoy hablando?... Una cosa es cierta, los dioses son tontos.

O quizá son tan listos que me entregan despojos y me obligan a pensar que son piedras preciosas de valor incalculable, y mi amada es un deshecho y la tarde un harapiento trozo de cielo manchado y mi vida un mediocre guión que nadie ha querido protagonizar.

¿En qué me quedo?

Un tiñoso y ciego mendigo me dijo una vez (él lo sabía de buena fuente) que vivimos dos vidas, la primera para que diseñemos a nuestro gusto los sucesos y circunstancias de la otra, de la segunda, la verdadera, en fin, para que pensemos sus argumentos, escojamos sus comparsas, perfilemos sus cauces y concretemos sus detalles. El problema era, no obstante, que nunca sabemos cuál es cuál, si estamos en la primera o estamos en la segunda. ¿Mi vida, mi amada, la serena tarde que contemplo son algo que elegí o algo que ahora estoy eligiendo?

Es decir, esta tarde serena, la vida y... yo ¿somos algo que mi amada ha elegido antes o algo que ahora está eligiendo?... ¿Estará plenamente decidida, no pensará cambiarme, tal vez incluso suprimirme?...

Aunque no se me olvida que esto me lo dijo un mendigo tiñoso y ciego.

 

***

 

Puso en mi mano un humilde ramo de florecillas silvestres mientras me entregaba con los ojos de jade y musgo una mirada de amor, esa clase de amor que se hace con hebras de ternura, de admiración, de perdón anticipado, tejiendo con tres agujas a la vez, la trama es el dibujo.

Me hizo apretar los dedos en torno a las plantas, forzando con sus manitas que estrujase los pétalos hasta que se derramaron gotas de aroma y de jugo.

Bueno, pues todo es mentira, no hay tal que me entregue flores, ni me mire con ojos verdes de jade y musgo, y lo de la ternura y admiración, ¡para qué os voy a contar, ni soñarlo!. Soy un sujeto huraño, viejo, antipático, feo, de forma que nadie me hace regalos de florecillas silvestres. Estoy en un asilo, los ayudantes sanitarios me cambian los pañales lo menos que pueden, con la nariz encogida y malos modos, y ellos son toda la gente que veo. No me visita nadie (¿he dicho que también soy pobre, mi pensión apenas cubre los gastos, nunca puedo darles propina a estos sayones mercenarios?), nadie podría ni querría traerme regalos. Todo es fruto de mi imaginación, y también una broma de mal gusto que me ha apetecido gastaros.

 Ahora bien, en algo tenéis razón, si finjo ser ese viejo asqueroso (que los hay y están en esas condiciones), también puedo fingir ser un joven fuerte y agradable cuya enamorada le regala flores y aromas. ¿Por qué hago lo uno y no lo otro? ¿Por qué nunca hago lo otro?... De acuerdo, de acuerdo, toda la razón es vuestra hasta aquí.

Pero razonad honestamente conmigo un instante, seamos todos, vosotros y yo, honrados un momento: ¿Realmente es bueno y feliz y positivo y sonriente que alguien ame a alguien si todo justifica, recompensa y paga ese amor, si el sujeto es joven y hermoso y bueno y encantador?... A mí me parece que no. Honradamente creo que sólo es feliz y bueno y positivo si se ama a quien no recompensa ni justifica, al feo y viejo y antipático y miserable (cual es el cuento que yo os he contado: no volváis a decirme que nunca cuento cuentos felices, positivos y sonrientes; aunque era mentira, pues claro, todos los cuentos lo son).

 

***

 

Acabo de escribir la página 101 y me suena a la vez verdadera e increíble, profética y falsa, cierta como el sol, como el sol equívoca.

No sé si la he escrito para que este libro no sea completamente negro y siniestro. No sé si la he escrito porque su verdad y su certeza rezuman por todos los poros del tiempo, como sangre que escapara de las venas del propio destino.

En fin, no sé si la he escrito al dictado o de mi propia cosecha. Escribo tanto al dictado que eso es lo que me parece de mi propia cosecha, cuando lo es de verdad, no lo reconozco como mío.

Releo y releo la dichosa página, la tengo en pantalla a la derecha y no puedo apartar los ojos de ella, qué sabré yo lo que necesitará la humanidad en las crisis venideras, ni si habrá humanidad en ese distante futuro. O, de haberla, si será humana... Y no olvidemos tampoco que el amor puro, el puro amor, es un enorme ser de inconcebible y aterradora potencia, algo capaz de crear y destruir estrellas, de fabricar y destejer los espacios y los tiempos... ¿Es algo que nosotros los hombres hemos creado y controlamos, el silo infinito en que se guarda el que nos va sobrando está, solitario e inmenso, plantado en algún futuro a nuestra espera?...

Debería en esta página decidirme yo, el amor o la muerte, si creo en el uno o en la otra, o no creo en ninguno, son ambos fantasmas de la imaginación, temas de mi literatura, excusas de mi estilo... ¿Amamos, morimos? ¿Y acaso importa?

Bueno, dí algo, decídete, eres tú mismo el que te emplazas, nadie te ha forzado a este dilema... En fin... a regañadientes... no creo que fuésemos humanos sin el uno y sin la otra... amar y morir nos hacen lo que somos, cuando consigamos vencer la muerte con el amor lo haremos, así lo creo, pero creo también que entonces dejaremos de amar porque ya no será necesario y dejaremos de ser humanos: seremos eso que nuestra imaginación anticipa, dioses, y no sé si es envidiable semejante destino. Las dos páginas, la 101 y la 116 terminan con la misma palabra, creo yo.

 

***

 

Este año la navidad cae más tarde, el día 32 de diciembre, porque este año es el que toca fin del mundo y ha dicho dios que dejemos la fiesta para cuando ya todo haya terminado, que si no nos distraemos y no estamos a lo que estamos. A mí me da igual, con tal de que haya navidad...

Eso sí, como el holocausto y el armagedón sean a base de fuego, van a parecer unas navidades raras, al menos en esta latitud que estamos acostumbrados a la nieve y al frío.

Yo ya tengo los regalos, todo lo he resuelto a base de muñecos hinchables de mi  tamaño y con mi rostro, por si me toca desintegrarme en la hecatombe: a mis padres uno, a mis hijos otro, a mi esposa un par (no son de buena calidad).

Tienen un mensaje grabado con todas esas cosas de feliz año nuevo (no tendrá mucho sentido ahora, pero no sabía qué poner, siempre he sido poco ocurrente) y una nota personal para cada uno, a mis padres les doy la enhorabuena por estar ya muertos y no tener que vivir el fin del mundo ni aguantar mi fantoche de plástico, a mi esposa la felicito por haberse divorciado de mí hace ya tanto, y con mis hijos me congratulo de que no hayan nacido.

Bueno, que aquí estamos yo y los cuatro muñecos, celebrando la navidad el día 32 de diciembre,  somos los únicos cinco supervivientes del mundo, uno de nosotros no es un superviviente, el armagedón ya ha sido.

 

***

 

Fueron llegando en grupos pequeños, de cuatro en cuatro, de cinco en cinco, de dos en dos. Cuando unos venían otros se marchaban, con leve gesto disimulado, nunca eran los mismos, nunca crecía su número, nunca decrecía tampoco.

Dejaban a mis pies sus flores, inclinaban levemente la cabeza, quizá un gesto risueño de amistad y ternura, los míos me prestaban por fin homenaje, la corona estaba quizá ya segura sobre mi cabeza.

No sé que habrán sentido otros reyes que para serlo hayan debido matar y matar hasta quedar  sin amigos ni hermanos ni parientes, solitarios en sus tronos empapados en sangre. A mí me gusta, estos fantasmas irónicos que me rinden pleitesía no me asustan nada, que sigan poniendo flores de muerto a mis pies, nadie como ellos para gozar su aroma.

 

***

Dos que se odiaban de mucho tiempo atrás decidieron aburridos cambiar de sentimiento, pues el odio consume y hastía y agobia.

¿Y cuál otro elegir?

El amor empalaga, la ternura es tristona, el desprecio está vacío, la amistad no empecemos con esas tonterías, un poco de envidia resultaba sabrosa pero es cansado hacerla viceversiva y recíproca...

Bueno, han vuelto a coger los odios, sudados por las sisas y ya fríos además (y los han cogido cambiados, para mayor fastidio).

 

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Mi peor pesadilla: soñé que era dios y suprimía la muerte. Y, claro, se me echaban encima todos los diputados de todos los partidos, aullando realizaban generales referendos donde el pueblo asustado me quitaba de dios y venía la muerte, la pobre, agradecida, a darme palmadas de aliento en la espalda (tanto como aliento... bueno, ya me entendéis).

 

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El nudo formaba la esencia de las cosas, los sacerdotes cuidaban su misterio y dirigían su culto, el nudo era la fuente de las leyes y de las costumbres, al nudo se dirigían todas las súplicas.

Teólogos infatigables estudiaban la cuestión de si el dios había hecho el nudo, o el nudo había hecho al dios.

La belleza emanaba del nudo, en el nudo estribaba toda recompensa, todo nudo era sagrado como símbolo del nudo, lo atado con nudos era indesatable.

‘Servidores del nudo’ se llamaban los penitentes que al nudo entregaban toda su vida, enredados en nudos siempre los cabellos, cruzados en nudo los brazos inútiles, las piernas anudadas en permanente parálisis, necesitaban fámulos para poder vivir.

Cuando el tiempo agotó las hilachas que al final era lo único que quedaba del nudo, todos a la muerte se entregaron deprisa, no querían vivir en un mundo sin nudos.

Aunque el nudo haya muerto, yo del nudo he hecho la guía de mi vida, el nudo es el único paisaje en donde vas a donde vienes, fijáos que el nudo no puede morir.

Y alguna verdad encierra que nos hará libres, pues ella será la única que se contenga a sí misma.

 

***

 

Aquel hombre no dejaba de soplar la arena, hasta que el vidriero le dijo que la masa debía estar adiendo.

Luego se puso a construir con agua hasta que le informaron de que debía estar helada.

Quiso prender la leña, pero le hicieron saber que tenía que estar seca.

Y así sigue: habla con los que duermen sin esperar que despierten, calienta sus huesos al sol en medio de la noche, navega por ríos más arriba de sus fuentes, está loco por pura impaciencia de no esperar la hora en que empiece la cordura.

Ahora escribe libros antes de que nadie haya aprendido a leer.

 

***

 

¿Sabré de antemano, cuando vaya a empezar ese libro concreto, que habré de dejarlo inacabado?

 

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Mentir es la esencia de mi literatura, que nada sea lo que es (que nada sea). Y mintiendo acabo, que no es la 125 la última página, sino ésta 124.

Pero mentir no es mentir pues es imposible, es verdad y cierto que la verdad no existe, cuánto agradezco a los que nos odian el haberme enseñado este hermoso argumento contra los escépticos.

Pero dejo la charla que me estoy distrayendo y la partida es fuerte: le voy ganando al redentor su espita, su rosal a la pitita, su pistola al alemán y falta que la muerte me enseñe las cartas, a poco que me ayuden mis palabras tramposas, le gano de farol como se gana siempre, le quito la herramienta y le saco los ojos.

 

***

 

Una última palabra quiero dirigirme en este libro que me dedico a mí mismo, y lo haré como tantas veces en forma de cuento:

 

Jugando junto al río quiso la suerte que se cayera al agua la muñeca rizada. Bravamente la niña, o quizá su imprudencia, a la corriente fueron a rescatar el juguete. Suprimí remolinos y silencié los vientos, el agua se detuvo que para eso es mi esclava, bajé los niveles de todos los mares que al ras se pusieron de los blancos tobillos. ¿Y qué conseguimos los vientos, los mares, los ríos, las aguas, los dioses, en fin, los poderes?... Pues nada, porque la muñeca quiso que la niña se ahogara con ella y le estuvo contando cuentos dentro del agua hasta que las dos se bebieron todos los caudales.

 

***

 

Nunca me han ofrecido mejor limosna que cuando me dieron el amor sin yo ganarlo. Recuerdo todavía el gesto generoso de aquél que me lo dio, a él le sobraba. Lo administro con usura, consciente de su valor: salvo a los míos, a nadie amo, no se me vaya a gastar.

 

***

 

Me informan los sabios de mi corte que un gusano paciente podría horadar, en un tiempo infinito, el mundo, enorme manzana que flota en la nada. He mandado acabar con todos los gusanos.

Me aseguran los matemáticos de mi corte que un pájaro que rozase cada mil años la piel del universo terminaría, después de un tiempo infinito, por quedarse sólo en un universo desollado. He mandado acabar con todos los pájaros.

Me repiten los teólogos de mi corte que un lagarto que dedicase un tiempo infinito a entender los atributos de dios acabaría por no entenderlos. He mandado acabar con todos los lagartos (los dioses tienen sacerdotes que protestan).

Me enseñan los filósofos de mi corte que una mariposa acabaría con el efecto mariposa si aleteara infinitas veces infinito tiempo. He mandado acabar con todas las mariposas.

Me dicen los astrónomos de mi corte que una araña que se dejase caer por su hilo desde el infinito acabaría llegando hasta mi trono. He mandado acabar con todas las arañas, pero me aseguran que no es ése el remedio: con lo que parece que debo acabar es con lo infinito.

Me he puesto a ello, empezando por los sabios, los matemáticos, los teólogos, los astrónomos y los filósofos.

 

***

 

Se ha prometido a un milenio que será culminante en la historia de los hombres, el más alto de su ascenso, el cénit de la aventura entera del universo, pero no se ha dicho cuál. Lo mismo es éste.

Siempre me ha parecido misteriosa la afición de los dioses al sistema decimal ¿tendrán diez manos, diez dedos, diez cabezas, diez penes, diez almas, serán diez dioses, o seremos nosotros unos gilipollas?

Yo por ejemplo no creo que el milenio tercero empiece el uno de enero del año 2001, sino que el primer milenio empezó el 10 de abril de 1944 p.C. calendario antiguo, y estamos por tanto ahora mismo en el 53 año triunfal. Otros días, en cambio, me levanto vanidoso.

Manía de trazar rayas aquí y allí, datar los sucesos, situar a izquierdas y derechas, venid benditos de mi padre, por aquí sí se puede, por allí no vayas que yo lo prohíbo, por eso la marca la he puesto yo.

El tiempo no tiene origen ni tiene final, nada lo divide, si miras el pasado desde el pasado es futuro, si miras el futuro desde el futuro es pasado, el espacio lo mismo, yo estoy aquí y yo estoy ahora, eso es lo que cuenta, vivo en el nudo, no tengo días, ya os lo he diré.

 

***

 

Dicen que he escrito más de 400 historias ¿en serio he sido capaz de escribir 400 veces el mismo argumento?, ¡qué terquedad!...

Tendré que cambiarle el final, por lo menos.

 

***

 

Seguí en efecto la ruta de la estrella, como se me había indicado en los libros sagrados, y llegué al valle que predice mi destino. Y encontré cuanto debía ser encontrado, allí estaba el premio prometido, toda maravilla que había imaginado, las que nunca pude imaginar siquiera, al mendigo harapiento que estaba en la puerta todo lo entregué, no quise su destino a cambio del mío, ya sé en qué termina: un rey poderoso te encuentra a la puerta, te cambia el destino y te vuelve rey.

De esta rueda se sale en la página siguiente (por eso me gusta vivir en los libros).

 

***

 

He sido el más glorioso artista, el más rico financiero, el más valiente capitán, el más exquisito y refinado gozador de placeres...

Fui ministro del rey, en otra vida rey mismo, sumo sacerdote de un dios supremo, en otra historia llegué a ser el propio supremo dios.

En no sé qué humilde avatar me encontré de repente jugando a la pelota con una niña pequeña de dos o tres años, quizá era mi nieta, nunca lo recuerdo. Ahora que podemos pedir el destino preferido entre todos, yo he pedido para siempre jugar a la pelota con mi niña pequeña. Ser la pelota ya estaba pedido.

 

***

 

Se despertó en una cama que no era la suya,

al lado de una esposa que no era su esposa.

Calcetines, zapatos, la ropa, todo extraño.

No acertó con la puerta porque no era su puerta.

El cuarto de baño estaba en otro sitio.

El jabón tenía aromas que no eran los aromas,

el cepillo de dientes era de otros dientes,

se miró en el espejo y tampoco era él.

 

 

Empecé este libro

‘Diario del hombre sin días’

el 30 de marzo de 1997

y lo acabo a las 18,11

del lunes 21 de abril de 1997.

No tiene más páginas

ni tiene menos

porque lo he escrito para gastar las hojas

que me sobraron

de la Agenda de la niña Ana.