Salieron
los monjes en fila, silenciosos, tapados los rostros por las umbrías alas de
capuchas estameñas y pardas, las manos ocultas mangas continuas, nudos al cinto
de largas cuerdas y sandalias de cuero sin masticar negro de caminos que no de
curtidos.
Uno
de los monjes no es inocente.
¿Podemos
saber certera y rápidamente cuál y quién y cuyo es el pecado?
Rápidamente
no, se necesita una vida.
Pues
acabemos con ese mundo por entero y así nos curamos en salud.
***
*** ***
Regresan
los monjes silenciosos y en fila, tapadas las alas estameñas de nudos y ocultos
las capuchas sus rostros de cuerda por cueros de pardos, masticadas sus almas
de umbríos caminos, y uno de los monjes no es culpable.
Todos
no obstante vuelvan a su origen, que no hayan sido nunca ni nunca hayan sido.
***
*** ***
Pero
ya lo sabíais ¿verdad?: el que no es inocente es el que no es culpable.
***
Me
he sentado a jugar contra mi destino una partida de naipes marcados. Situación
tópica, si las hay, de toda literatura místico-trasnochada.
Hagamos
cambios.
No
me he sentado, estoy de pie.
Las
cartas no están marcadas.
No
son cartas.
No
es mi destino.
No
se trata de un juego.
Veamos
pues: estoy aquí de pie, soy tu destino, el juego ha terminado, he venido a que
mueras.
¿Es
así menos tópico y menos melodramático?
Pues
yo creo que sí, por mucho que se diga siempre es menos melodramático matar que
que te maten, ser tú el destino de otro y no que otro sea tu destino.
En
cuanto a las cartas (no me vais a creer) no quiero jugar ni aunque me permitáis
empezar el juego teniendo yo previamente todos los ases. Maldita sea, que
jueguen los dioses que no saben hacer otra cosa, yo tengo mucho trabajo.
***
¿Hace
otro cuentito?
“El
niño moribundo a su padre: ‘vente conmigo’.”
[Si
no te gusta tan corto, pues alargas la agonía del niño y ya está].
***
De
haber sido músico en lugar de escritor y haber encauzado por allí la
creatividad que se me susurra al oído ¿habría podido expresar en sonidos lo que
expreso en palabras? ¿Sería posible en el pentagrama un diario como éste?
Pero
me parece que la pregunta está mal planteada, no se trata de si habría podido
más o menos de un tema que quizá no me sea preferido. Pulsando directamente el
sentimiento, sin conceptos ni otros intermedios abstractos que se dirigen a la
inteligencia, habría tocado más hondo aunque fuese menos matizado. Y ahora
mismo no sé qué prefiero, pero no se me ha dado a preferir.
Sé
que todo el mundo escucha la música y que pocos escuchan la palabra, y tampoco
esto me sirve como salida o conclusión del análisis.
Si
he de ser sincero, lo que de verdad me gustaría ser, y que no soy, es un lector
tan competente y agudo, tan creativo y fino de mis propios escritos como lo soy
en cuanto autor de los mismos. Y en lo referente a la música ¿qué tal que todos
los demás fuesen sordos y sólo sonara para mí?... Pero me temo que todo se ha
producido al revés...
***
Mis
recuerdos personales no me producen nostalgia, pero sí me la producen los
recuerdos ajenos, incluso abstractos, de la historia, de la literatura, de un
pasado impersonal e intemporal. ¿Por qué?
Porque
no tengo memoria, supongo, yo vivo en mi inteligencia, nunca he tenido libro
del pasado, cada vez invento la rueda. Los rostros que se fueron se fueron sin
dejar perfiles, los afectos que fueron en verdad lo fueron, que significa que
sí los hubo y que no los hay.
Pero
como la nostalgia debe de ser una pieza esencial de la panoplia sentimental del
hombre, pues me llenan de nostalgia recuerdos apócrifos que el arte o la
narración se inventan para uso de amnésicos emocionales como yo.
Si
la vida del hombre se dilata de pasado a presente y de presente a futuro, mi
relato es en cambio un reloj que se va borrando según quema cada cuadrante,
primero círculo completo, luego queso probado, luna menguante, arco de medio
punto, cuadrante cumplido, cuadrante raspado, no puede ser ya mucho más de
punta más o menos ancha de flecha o de lanza...
Me
inventé la niñez, una juventud madura, me inventé para siempre el amor y el
hijo perfectos, día a día me invento trabajo y amigos, empiezo a modelar en mi
alma la sombra, yo nunca recuerdo, no tengo memoria, vivo en la inteligencia,
cada vez invento la vida, he de tomar prestadas las nostalgias.
***
Te
diré un dato que te interesa, aunque es algo de un futuro muy remoto.
En
el cuarto milenio tus obras literarias, que habrán venido siendo objeto de
culto desde cierto tiempo después de tu muerte, comenzarán a ser reunidas para
hacer (¡al fin!: la Humanidad se propone para ese momento una celebración
universal) la edición de las Obras Completas. Pero nunca conseguirán que
aparezcan los textos de LIBRO DE HORAS, pues una hermandad secreta que los
posee de milenios atrás y los lega con misterio de padres a hijos, los mantiene
ocultos en sus catacumbas para que presidan las ceremonias sagradas.
Frustradas
de este modo las esperanzas colectivas, se abandonará la idea, decaerá el
fervor inicial, se olvidará tu nombre, la secta secreta la borrarán los siglos,
y en el V milenio fragmentos del ‘LibHo’ pasarán a los catálogos como “obra
cómica de finales del II milenio, siendo su autor un tal LibHoCob, o quizá
copista”.
[Todo
esto es falso, claro, no habrá catálogos].
***
La
heredad se cuida sola, no se necesita perro ni guardián, pero contiene alimañas
que la desean toda para sí y no permiten que nadie más venga a habitarla. Día
llegará que echaremos de menos a los que nunca vinieron, y echaremos de más a
los perros de la sombra que la han guardado vacía.
No
me gusta levantarme cuan largo soy y que se recorte mi silueta ante la luz
cuando las flechas se dirigen desde todos los ángulos hacia mi pecho, pero en
esta trinchera no tengo más remedio que hacerlo, parece que todos los pechos
somos pocos si queremos cerrar la brecha.
De
todas formas dentro como mucho de *** años os prometo rescataros de la nada,
estáis en el catálogo, de hoy no pasa que formalice el pedido.
***
Dice
no sé quién en algún sitio que no hay cosa que someta al espíritu a mayor
tensión que el espectáculo del éxito ajeno. Dejadme que yo añada: del
inmerecido éxito ajeno.
¿Inmerecido
por qué?, o mejor ¿de dónde, quién decide lo que es merecido y lo que no?
Éste
es el quid, pues quien tiene talento piensa que es la única vía del triunfo, y
cualquier éxito sin talento es inmerecido. Pero quien posee tesón y capacidad
de esfuerzo, entiende estos elementos como prendas de victoria: no merece
triunfar quien sólo tiene talento. Y todos por este estilo, el que tiene
suerte, el que tiene dinero, el que tiene amigos, el que tiene parientes, el
que tiene carnets...
Seguramente,
en una reunión de envidiosos presidida por mí mism..., presidida por el más
envidioso, podríamos ponernos de acuerdo en que el éxito es inmerecido si el
sujeto ni tiene talento, ni trabaja, ni tiene suerte, ni amigos, ni es
simpático, ni posee riquezas o armas, en fin, sería inmerecido el triunfo de un
sujeto que ni siquiera existiese.
Ergo
es inmerecido el triunfo de todos nosotros, nacidos desde la nada, victoriosos
sobre el no ser aunque veníamos de la no existencia.
Si
yo fuera dios (y no quien ocupa el cargo por puro clientelismo, la suerte de
los mediocres), no dejaría que naciera nadie que no hubiera nacido. No sé si me
explico.
***
Me
gustaría conseguir la esencia del cuento, que sólo a veces, muy de tarde en
tarde, logro alcanzar (en la página 82, por ejemplo): esa escueta, eficacísima,
directa, austera, elegante, contundente sentencia a la que nada falta y a la
que nada sobra. Como aquella historia del Génesis: “Dijo Dios: ‘Haya luz’ y
hubo luz”.
Eso
sí, todos estos relatos son siempre trágicos.
***
La
muerte sintió pena de los dos amantes y
los mató antes de que se conociesen.
***
Me
está doliendo por dentro la disociación que aquí se produce y a la que no estaba
acostumbrado, a ver si va a ser verdad que estoy escribiendo para mí...
La
disociación de que hablo consiste en que cada vez más páginas buenas en sentido
fondo, son mediocres en sentido forma, y viceversa. Mi hábito era que siempre
iban juntas las dos cosas, y mi creencia sostenía que no hay modo de llevar un
mensaje importante a un espíritu si el vehículo formal no es hermoso,
atractivo, cautivador.
Bueno,
pues aquí hay páginas como la 84 a la que ni siquiera su forma de poema salva
de una rústica torpeza, hasta de cierto barbarismo ascético. Y sin embargo su
contenido ‘argumental’ no puede ser más elevado, más importante, más
metafísico.
¿Acaso
estoy buscando algún último y escueto rebuzno cargado de tesis místicas?
***
Levantaré
los árboles
de
su prisión de tierra
hasta
que muertos leños
se
sequen al sol,
y
cegaré las fuentes,
apagaré
los ríos,
pacientemente
desentrelazaré los mares
hasta
que sus cuencas muestren
las
grietas abiertas del barro reseco.
Y
vaciaré el ojo solar
y
el espejo lunar de su noche sin fin,
descansaré
cuando al fin la luz
vuelva
a su origen de sombra.
Es
que tengo ganas
de
volver a empezar.
No
es la primera vez,
hago
y deshago,
tanto
tiempo ya juego a este juego
que
he perdido la cuenta:
¿estoy
ahora haciendo o deshaciendo?
***
Una
vez maté un gorrión con una escopeta de aire comprimido.
Yo
no sé hacer gorriones y nunca he podido reponer en el universo el gorrión que
maté. Desde entonces falta un gorrión y a mí me parece que se nota.
Por
eso no mato gente, me gustaría ser como tantos que sí saben reponerla y de ahí
que maten tanto.
El
gorrión no estaba advertido, no sabía que yo era la muerte, me miró antes y no
advirtió nada raro. ¿Sabrá la muerte reponerme a mí, o el gorrión y yo vamos a
faltar en el universo por siempre y para siempre?
***
Se
me prometió un juguete, descrito sin cicatería y con todo lujo de detalles,
prolijamente catalogado, con fotos en color, planos de sus ocultos resortes,
formas muy variadas para jugar con él, un mensaje grabado en que el propio juguete
me dice lo mucho que desea que llegue el momento de jugar conmigo.
Pero
he de ser bueno.
Eso
sí: qué sea ser bueno, eso no se me explica ni detalla ni hay catálogo ni
plano. Así que estoy tratando de ser bueno al azar, a ver si acierto. He
comenzado por degollar a mis padres, que eran viejos y feos, y a la vez a mis
hermanos y hermanas, jóvenes y hermosos, para cubrir todos los flancos. Robo y
regalo, miento y digo la verdad, rezo a todos los dioses y blasfemo también de
todos, soy lujurioso en medio de mi castidad, humilde en mi soberbia, bondadoso
en mi maldad, guardo fidelidad a los enemigos y traiciono a los amigos...
Espero
acertar, a mí me han dicho que sea bueno, no me han dicho que a la vez no debo
ser malo.
Ojalá
que el dichoso juguete merezca la pena (mucha descripción y mucho catálogo,
pero a veces te engañan), porque como luego se descuelguen con alguna
banalidad, algún talento de mierda, para escritor, por ejemplo, o alguna vida
cutre de funcionario docente, me habrá lucido el pelo.
***
Ha
dejado marcadas las huellas para que yo pueda seguirle con facilidad, si
quisiera, nada en el paisaje denotaría su paso, yo perdería el rastro y jamás
podría consumar el propósito. Pero él me ayuda, pisa con descuido, rompe
pequeñas ramitas, nunca tuerce de repente, no baja al río ni usa la espesa
alfombra de piñocha para despistar.
Es
valiente y honesto, cumple con su deber y obedece las normas, lástima que su
maravillosa habilidad para hacer que se pierda su rastro no pueda ahora
servirnos a ninguno.
Ya
le veo, ya le alcanzo, la atezada piel de su espalda, la furtiva ráfaga de su
mirada cuando se vuelve para comprobar que no me he perdido... ahí está, ya me
ha visto que le he visto, me detengo, se detiene, su flecha me saca el corazón
por la espalda, tantas veces fui la presa, ya era hora de que fuese el cazador.
Nuestro
destino va siempre por delante.
***
No
vengas conmigo, si no quieres, por mí quédate viviendo para siempre, me dijo la
maldita sabiendo como sabe que nadie quiere eso.
Yo
retraso el paso, claro, pero tampoco es tonta, allá vamos con gana desigual,
ahora mismo me está clavando algo por la parte de los tres corazones, con lo
que duele y derrota eso, qué bien apunta la cabrona.
***
Para
poder abrirse el alma (con las propias manos no es fácil) compró un utensilio
especial, que primero pinchaba, luego hendía y finalmente desgarraba.
Hizo
mal negocio, pues la herramienta era cara, le costó el alma, y luego resultó
que, al abrirse, su alma no contenía nada.
Me
dio lástima y le compré (barato) el utensilio y las escorias de alma hecha
pedazos. He pegado los cachos con parches de similyo y de pseudomí, y voy
tirando. El cacharro lo alquilo a impotentes que tienen que habérselas con
virgos de piedra. Marco una muesca por cada virgen de menos.
***
Como
mis amigos me llamaban constantemente preguntándome si necesitaba algo, que no
me sintiera desasistido en mi enfermedad, y mis hijos continuamente me
visitaban para hacerse cargo de cualesquiera que pudiesen ser mis necesidades,
y puesto que mis amantes no abandonaban la vera solícita de mi lecho de
enfermo, ni esos amigos del alma dejaban su abnegada vigilia un momento, me
sentí más solo que nunca jamás y al recobrar la salud me marché (no lo hice,
soy cobarde y estúpido) a otra ciudad donde nadie me conocía.
¿Cómo
explicar a todos esos queridos íntimos que si se ven en la ‘urbanidad’ de
preguntar que si se les necesita, entonces es que sí se les necesita y no
tienen que preguntar, sino que tienen que hacer, obligando a aceptar, pues los
favores no se piden, sino que se hacen agradeciendo el favor de que te lo
permitan (no hay otro modo)?
¿Cómo
explicárselo, puesto que ya lo saben?
***
¿Es
más adecuado como objetivo para un gran escrito literario contribuir a la mejor
gloria de Dios que no desaprovechar el papel que ha sobrado de la agenda de
Ana?
¿Lo
es menos no descuidar del todo los reflejos entre gran obra y gran obra que
acabar para siempre con los infames libros de caballerías? (Por cierto, nunca
he oído mencionar entre los muchos deméritos del Quijote el que, en efecto,
acabó con dichos libros: ¿quién demonios se creía que era? Se necesita osadía
para acabar con un género popular...)
Si
hay alguien que no escribe literatura popular, ése soy yo, metafísico,
místico-poético, superterolíticofláutico, siempre derrochando palabrones
desmesurados, que si muerte, que si sombra, que si dioses, que si muerte, y así
siempre, malévolo, siniestro, anafórico, unto mi estilo en sangre y en inmensos
trampantojos metafóricos, PERO. En efecto, pero: nunca me he propuesto
inmarcesibles logros, loor y gloria del Dios reinante, de la Patria omnímoda,
de la lengua madre, ni tan siquiera de la corporación concreta o del paisaje
terruñal. Me han bastado para acometer mis siniestras óperas unas páginas en
blanco a las que había que hacer honor. Equívoco donjuan que desvirga por
principio cualquier virginalidad que se le presente, sea novicia sea ramera, a
mí lo mismo me dan serios y elegantes papeles en folio, doble folio, cuarto u
octavilla que los papeles de humilde ‘huevera’ de los entrañables locos.
Así
que no sé responder a la pregunta que abre esta página. Como estaba en blanco,
yo empecé a escribir, al dictado como siempre. En fin, todo sea por Dios y por
la Patria.
***
Parece
que esta vez me estoy pasando con la ‘siniestridad’ de mis escritos, he hecho
alguna pequeña prospección y resultan abrumadores, al parecer: sale mucho la
muerte (sale siempre, creo).
Se
acabó, ahora mismo inserto aquí una historia sin muerte, y que sea lo que Dios
quiera (jopé, soy incorregible, ya me salió con muerte otra vez).
***
Se
deshacen las imágenes en una serie de puntos que carecen por sí solos de color
y dimensión, son gotículas infinitesimales que no dejan huella sobre la arena
del papel.
¿Cómo
pueden juntos formar un todo, tener sentido, si aislados no son nada ni nada
significan? ¿Es que puede hacerse algo juntando mucha nada, nada a puñados?
Siguiendo
las mismas pautas ¿podría hacerse un amor con granitos de odio, una luz con
granitos de sombra, una felicidad con granitos, pero muchos, de tristeza y
desgracia?
No
lo sé, pero alguien está intentando hacer algo maravilloso juntando muchos
muchos, pero muchos muchos, granitos de esta porquería que llamamos gente.
¿Acabaremos siendo algo aunque seamos nada, por ejemplo una palabra inmensa
sobre la piel del mundo? ¿Somos la tinta con que alguien habla consigo mismo?
En
fin, espero que no le salga uno de esos nudos vueltos sobre sí mismos que
carecen de principio y de final.
***
No
sé por qué llevo al cinto cuchillo. No sé.
Mi
cuchillo es de acero y mil vientres de esclavos con su sangre han templado la
hoja, rubíes, zafiros, una enorme esmeralda azul como el oro en la empuñadura
de ergonómico diseño efectuado por ordenador (un ejército de esclavos informáticos
al servicio de mi artista preferido, el eunuco creador de cuchillos reales, que
esta vez se ha lucido: es eunuco ahora, lo probé con sus testículos, corta
bien).
Termino
la frase interrumpida por el paréntesis: embellecen más si cabe su magnífico
aspecto.
Será,
supongo, por el fasto de las piedras preciosas, o que siempre me han gustado
los cristales (al eunuco escritor de mi palacio le obligo a que meta de vez en
cuando, venga o no a cuento nunca viene, una cierta cantidad de cristales, él
se figura que le ha buscado sentido, parece que lo interpreta como lo inerte,
lo muerto, estos esclavos son gilipollas).
Termino
la frase interrumpida por el paréntesis:
o
que hace juego con el resto de la panoplia que integra mi arnés de combate, los
tres desintegradores de personal por sorites automáticos, la azagaya de partir
argumentos y el lanzatérminos que uso para rematar conversaciones.
Pero
tampoco es que le tenga al cuchillo un cariño especial, me recuerda a mi padre
(para mal, me parece que lo voy a dejar -el cuchillo- en la sala de armas de mi
castillo de armas de mi ciudad de armas de mi región de armas, me pondré al
cinto la espada de aljófar, que me recuerda a mi madre).
Termino
la frase interrumpida por el paréntesis:
porque
entre él -mi padre- y él -el cuchillo- heredé el trono. Por cierto, en su
empuñadura no había rubíes... a ver si mando que limpien los diamantes.
***
Batía
los brazos como un molino furioso, trataba de no darse por vencido, era su
último gesto de valor heroico, o quizá un símbolo final para sí mismo, el gesto
con que asentimos al morir, pues estaba desarmado y herido, pocos eran ya sus
minutos, ningún enemigo se tomaba la molestia de acercarse a rematarle.
El
sol de la tarde le daba reflejos mezclados, de oro agrio en su cabello sudado,
de madera pulida en los músculos plomizos, de rojo sangre en los regueros de
sangre que de su pecho manaban, pero líquido azul sus ojos de cielo.
Ya
no nos miraba, se miraba a sí mismo y nunca he vuelto a ver ceguera tan
hermosa.
Jamás
cayó, no se dobló su estatura, no sé si la tierra se apiadó de su belleza, no
sé si la sangre era ya tanta que formaba río, no sé si tenía valedores
telúricos, pero lo cierto es que sus pies y sus piernas se fueron poco a poco
hundiendo en el barro espeso y rubí como una estaca indómita, luego sus
caderas, su pecho poderoso abierto en tantas fuentes, su cuello, su pelo de
enredada lana dorada, sus ojos de líquido mar que se miraban sí mismos... Del
lugar surge ahora una llama azulada que nunca se dobla, ni cuando las estrellas
más viejas se apagan. Me siento muchas noches junto a ese fuego fatuo, me
gustaría morir del mismo modo y que la tierra y mi sangre me enterraran como a
él, vertical y celeste, con los ojos mirando hacia el interior de mi propia
mirada.
No
esperéis que mi relato tome como otras veces un imprevisto y elegante giro: se
acaba aquí, sin novedad ni artificio, sentado yo en la noche junto a su tumba,
mirando las lejanas estrellas e iluminado mi perfil por ese rastro azulado de
sus ojos profundos.
***
Cosa
que hago con pocos de mis escritos, releo estas páginas con cierta frecuencia,
me desconcierta el orden de lectura que no es, ya lo dije, el de escritura.
Resultan
juntarse cosas que parecen del mismo tema y yo escribí en días diferentes, momentos
distintos, produciendo su secuencia la impresión de obsesiones que quizá sí
tengo y no sabía, o tengo y lo sé y no lo parece.
Esa
relectura (quizá miento y es falsa) me deja la impresión de temas y párrafos de
fuerza desusada, tal vez por ahorrativos, escuetos, feroces, pero muchos no me
suenan a mí, nunca me leo, no sé cómo sueno.
Latigazos
bellísimos en su austera desnudez me saltan y asaltan desde algunos de estos
recuadros y no los/me reconozco, ¿acaso la voz que me dicta empieza a cambiar
de estilo? ¿No está bien ya de ese cuento de la voz que me dicta, pretendo con
ello una falsa modestia o no hacerme responsable de lo que yo mismo escribo?
¿De
verdad habitan en mí personajes distintos que entablan monodiálogos?
Bueno,
venga, que he leído las páginas anteriores y que no sé qué decir, que son muy
bonitas, que están muy bien, que me han gustado mucho, que la letra es muy
pequeña, ¿por qué pones recuadros?, son todas muy tristes, cuanta sensibilidad,
es muy poético, ya te pediré más obras.
***
El
pinto pintojo pintado pinzón subía sorbiendo la subida sorda, pero no volaba el
vuelo ni volaba volando sobre el voladizo.
Hasta
que se hizo la sombra una como aguja y le pasó de plumas y tripas y sesos y
cayó el pinto pintojo pintado pinzón, tampoco volaba que morir no es volar.
Se
clavó el isósceles en la pura materia y salpicó de lodo las remotas rémiges, ya
el timón tenía tenebroso tono de muerte y de muerte y de muerte y de
muerte(rima consigo misma).
Recogí
su cuerpo que temblaba aún pero ya no temblaba, era el astil vibrando clavado
en la piedra.
Hubo
que limpiar la carne, pero estaba sabrosa.
No
quiso la sombra bocado ninguno, que ya haremos cuentas, me dijo.
***
Me
pregunto cómo he podido escribir tantas páginas, siendo como es la muerte el
argumento único que existe. Porque si creyera, como tantos otros, que se puede
escribir sobre la vida, la esperanza, la alegría, la felicidad, la luz del
dorado sol, la bulliciosa argentería de sentimientos ‘positivos’, pues bueno,
pues se entendería.
Pero
sabiendo como sé que todas esas palabras son palabras y que la única cosa es la
muerte, que si quieres hablar de cosas tienes que hablar de ella, ¿cómo tanto
libro y de dónde tantas historias?
A
base de salsas distintas, claro, pero es que ya son muchas salsas, ¿me quedarán
salsas todavía, diferentes y nuevas?
Una
me queda, desde luego, para el propio postre, pero me refería yo a salsas
‘literarias’, y mientras la voz que suena suene, ella sabrá, aunque ciertamente
me asombro yo mismo. Y la muerte también: me lo ha dicho mientras mojaba el pan
y me miraba a los ojos (los tiene verdes).
***
Me
gusta el sol a través de la espesa y umbría red de hojas y de ramas que tapan
el ocaso y fragmentan la luz en polígonos irregulares.
Una
tristeza y una calma que quizá no sean familia se dejan caer también por entre
polígono y polígono irisando la luz con matices de siena y de pizarra.
Por
un instante he dejado de pensar (mentira, la condena es firme y no se me permite
eludirla, juego a fingir que me evado de esa prisión de conceptos sin final) y
me he dedicado a sentir (mentira, no se me deja resquicio, los pensamientos
forman sólida pared de adobe de plomo y de sombra, ni una grieta hay para
sentimiento alguno), y me ha gustado (mentira, no me dejan que nada me guste,
es parte de mi condena).
En
fin.
***
La
soledad es mentira ¿como haces para no estar contigo mismo?
Y
ni los más serios, hábiles y sólidos matarifes te garantizan que en la muerte
sí que estarás completamente solo. Que si no es así que te devuelven el dinero,
dicen, pero ¿para qué quiero yo el dinero si no consigo estar solo?
Porque
borrar todos los tú, pase, muy santo y muy bueno, efectivamente es parte de lo
que se pretende. Pero si no logras también borrar el único yo...
***
Sí
que es el amor el sustento de la vida, no la ambición, la riqueza, la gloria,
los otros alucinógenos de menor cuantía...
El
amor, solamente el amor.
Aunque
cabe la posibilidad de que muchos no lo conozcan y tengan que preguntar por
otros destinos. Peor aún, hay quien cree conocerlo sin que sea verdad; para
éstos nunca habrá amnistía, están condenados para siempre.
¿No
se puede vivir sin amor, entonces?... Cuidado con lo que respondes porque
millones de personas, queriendo o sin querer, se han tenido que fabricar sin
amor su vida, y quizá sí eran vidas verdaderas. Y por otro lado muchos
sostienen que el amor es solamente un matiz cultural que los seres humanos se
han inventado para ‘hacer’ ante sí mismos una ‘pose’ más digna, habida cuenta
de que son esclavos del sexo, instrumento de la especie para su propio
beneficio y que no pueden resistir ni controlar, tratados como animales de cría
y remonta (que es lo que son somos dicen).
Bien...
No quiero entrar en el tema de si el mero respirar es vivir. Acepto sin más que
esas vidas sin amor son en efecto vidas verdaderas, y me temo que en el tema
del sexo estamos de acuerdo. ¿Es el amor un adorno cultural para no sentirnos
tan indignos? Mi respuesta es sencilla y clara: hemos partido de la naturaleza,
pero nos estamos marchando de ella, el dominio que ejercemos sobre sus leyes es
cada vez mayor, el que ella ejerce sobre nosotros es cada vez menor, estamos a
punto de dominar nuestro código genético y de poder, por tanto, diseñar el uso
que queramos para el instinto sexual, desnaturalizado ya, humanizado del todo.
Pues bien, en ese proceso el cauce es el amor, el primer invento del hombre
como hombre. Y el último, tal vez, con él venceremos a la muerte, no en el
sentido figurado del argumento literario, sino escalando niveles de humanidad
de otro orden, que ahora ni siquiera imaginamos. Y en este plan entiendo las
vidas sin amor en que parecen perderse océanos de inútil ternura, como reservas
que se acumulan y potencian y constituyen la inagotable fuente de amor que hará
a la humanidad invulnerable frente al tiempo cuando en las crisis venideras
dude de su propio destino.
***
De
vez en cuando se me escapa un plural ‘vosotros’, (ahora mismo en la página 115
que acabo de escribir) que indica sin lugar a dudas que no soy yo solo el
destinatario de estas páginas. ¡Cuidado que es difícil el tema éste!...
Un
esfuerzo, caramba, un cuento sólo para mí:
Vuelve
la cabeza sin volver la cabeza, mira a tu espalda sin volver los ojos, una fila
interminable de copias de ti mismo te sigue sin descanso, cada cosa que haces
un millón la hace de veces cada ti. Imposible tarea tienes que resolver, buscar
al ti propio original primero, yo sé tu no lo sabes ya lo sabrás un día lo peor
de tu historia es que todos son tú menos el tú que tú eres, no hay un original
y copias infinitas, hay una sola copia e infinitos auténticos, por eso tarda
tanto en matarte la muerte, cuando sólo tú vivas te dejará vivir, qué importan
viejas fotos si están muertos los muertos, no vuelvas la mirada, como eres un
retrato detrás de tu cabeza sólo está la pared.
***
Con
su mano en mi mano nos dirigimos al horizonte, confía en mí de modo absoluto,
soy
su padre, su guía, su estrella, su dios,
no
sabe que la vida, no sabe que la muerte,
no
sabe de enemigos ni sabe de peligros,
yo
camino a su lado y nada le asusta.
Su
certeza no se funda en la experiencia,
nadie
le ha enseñado que yo soy seguro,
confía
porque sí, es su carácter,
está
hecho de confianza y certeza,
con
su mano en mi mano ningún temor le asalta,
éste
es mi hijo y tiene razón:
yo
voy seguro yendo de su mano.