- ¿Quién crees tú ser exactamente?

- Lo de exactamente es lo que me aturde. Creo ser un buen esposo, un buen padre, un buen profesor, incluso un buen escritor. Pero ¿exactamente?

- Es una manera de hablar, el afán de colocar adverbios por todas las grietas de la frase.

- Nada hay exactamente, las cosas no tienen ni en su ser ni en su proceso límites definidos.

- No te entiendo.

- Pues es sencillo. Yo soy un buen esposo, pero mi egoísmo dista mucho de haber disminuido con el paso del tiempo, así que lo soy, pero no exactamente. Y soy un buen padre, aunque solamente sigo el rumbo cuando tiro a la basura la brújula de seguirlos. Así que exactamente... Soy un buen profesor, pero enseño lo que creo interesante, lo que la sociedad cree importante y a mí me parece necio me niego a enseñarlo, así que exactamente... Y en cuanto a buen escritor, yo creo ser el genio literario más excelso que han visto los siglos, pero sólo yo creo esa evidente verdad. Así que exactamente...

- Ya, ya veo... Bien, pues suprimimos el adverbio y no se hable más.

- Me parece bien.

- ¿Y queda la cosa?

- Pues nada, que soy un buen esposo, padre, profesor, escritor.

- ¿Y como sujeto humano, qué tal eres?

- Pasable, intermedio, corriente, del montón.

- Resumiendo: que eres egoísta, aprensivo, terco, vanidoso y del montón. ¿No es eso?

- Exactamente.

 

***

 

Nunca se vuelve desde el futuro, parece.

Incluso desde el pasado no se vuelve.

¿Y a dónde se podría volver, si el presente no existe?

Cuando me siento a pensar no distingo, en cuanto a la irrealidad y al sentimiento, pasado de futuro, recuerdo de proyecto, lo que no quise hacer y lo que no podré hacer, que son a la postre la misma cosa, pues lo que hice y lo que haré, olvidado y anegado en la corriente del tiempo, no cuentan.

 

***

 

Nada se le puede comparar. No hay nada igual ni siquiera parecido. Se sopesan los cielos, y no se equiparan. Se sopesa la luz, y nada. Se sopesa el amor, tampoco.

Dioses, recuerdos, placeres y dalias, el ocaso dorado y el lucero del alba. Nada, no se parecen.

La vida. No, tampoco se parece.

 

***

 

Me mató de un solo golpe

como yo le había matado,

los triángulos semejantes

tienen los lados homólogos de dorado resplandor 1051.

(Poema dedicado al geómetra loco que habita, por separado, en uno de mis lóbulos cerebrales).

Ejercicio para el alumno [1]: demuéstrese que el poema anterior no es literatura.

Ejercicio para el alumno [2]: demuéstrese que la dedicatoria sí lo es.

Ejercicio para el alumno [3]: demuéstrese que el geómetra y el loco no habitan por separado.

Tema de redacción: ¿qué hay de especialmente trágico en 1051, habida cuenta de que los granos de arena son semillas de chips?.

 

***

 

Deseo escribir un relato con otro método, otro sistema o procedimiento, atomizado, desmembrado hasta sus más mínimos elementos. No juntando párrafos, ni palabras, ni siquiera sílabas o letras, sino puntos microscópicos, punto a punto, siguiendo la línea.

Por ejemplo, comenzar por un punto impalpable de la parte superior de la letra ‘D’ que empieza este texto. Luego el punto impalpable de la parte superior de la letra ‘e’, luego de la ‘s’, de la ‘e’ siguiente, de la ‘o’, etc. hasta acabar la fila superior de puntos impalpables de esas letras, y empezar luego con un punto impalpable de la fila inmediatamente siguiente de la letra ‘D’... y así sucesivamente.

Conozco a alguien que no hace los puzzles buscando grupos de piezas que tengan sentido, sino buscando la primera de la izquierda de la fila superior, la segunda de la misma fila, etc., hasta acabar por la última a la derecha de la fila inferior. Así quiero yo escribir un relato, uno que hable de hermosos sentimientos y luminosas ideas, de grandes pasiones y elegantes conceptos. Por ejemplo éste:

estábamos naciendo cuando se dio de repente la orden de volver. y aquí seguimos.

 

***

 

Me gusta la esfera que no tiene fin ni tiene principio, y es como este mundo y como la humana vida. No me gusta en cambio lo que tiene cabos, que empieza y termina, que antes no era y luego no será. Como la esfera.

 

***

 

- Me gustaría que me hablases un poco de la amistad. Tienes páginas muy bellas sobre ese tema, incluso has llegado a decir que los dioses nos envidian a causa de la amistad... Ahora bien, ¿qué crees realmente?

- Soledad y amistad son los dos elementos del dilema, y no hay más, a eso se reduce todo.

- ¿Amor, sexo, pasión... no cuentan?

- O se tiene amistad o se está solo. Si tienes sexo pero no amistad, estás solo. Si tienes pasión, pero no amistad, estás solo. En fin, si cupiese que tengas amor, pero no amistad, estarías solo. Y conceptos como compañerismo, camaradería, etc., o son amistad o no son nada.

- Y, claro, la soledad es la sombra.

- No creo eso. He hablado de que todo consiste en el dilema soledad-amistad, pero ambas cosas me parecen igualmente humanas, dignas, suficientes, hasta hermosas. Quizá ni siquiera se excluyen. Tal vez se suponen, se potencian, la amistad hace al espíritu más firme y más hondo, más solitario, pues. Y a lo mejor la soledad le da a la amistad dimensión de intratiempo que por sí quizá no contenga.

- Pero la soledad no todo el mundo la soporta.

- No, en efecto, la mayor parte de la gente la odia.

- Sobre todo ellos.

- Sobre todo ellos.

- Nosotras la aguantamos mejor.

- Nosotras comprendemos mejor, no estamos en el mundo, como ellos, estamos sobre el mundo.

 

***

 

No dejaré que las campanas

rebasen de ecos los cauces de tu historia,

ni dejaré que los mares

inunden tu solitario destino.

Ven a mí cuando quieras,

cuando necesites

que el amor te roce los párpados quemados,

cuando sientas deseos de irte sin vuelta,

cuando la tarde seque la saliva

en los labios agrietados de tu corazón.

Pero no me llames por mi nombre,

no quiero

que el viento sepa que existo,

que marquen las huellas de mi paso

con la sangre de tantos días perdidos.

Si debemos olvidar para ser,

si hay que borrar para encontrarse,

si perder es el modo de ganar,

no quiero ganar ni que tú ganes,

no quiero ser ni que tú seas,

no quiero olvidar ni que tú olvides,

porque el registro general de las palabras

es una lista de poemas sin voces,

y yo no quiero

que el viento sepa que existo.

Con que tú lo recuerdes y lo olvides

me basta y no me basta y me basta.

El nombre mi nombre es lo único

que no se debe al capricho de los dioses,

cada vez que tu boca lo dice

el cristal se hace líquido y repite

en ondas sus sílabas de fuego.

Ahora por fin sabemos todos

que no tengo nombre ningún nombre

porque las palabras no saben contenerlo

y no hay otra cosa que palabras

en este universo que me ignora.

 

***

 

‘Lágrimas de cebolla’ lloraba por todo, grandes tragedias y tristezas menores, incluso anécdotas triviales del diario vivir. Pero ésa era su condición, la lágrima fácil, y llegó de ese modo a ganarse la vida, como plañidero de entierros, incluso en bodas lloró, le pagó una viuda que se quedaba sin hijo.

‘Lágrimas de cebolla’ no tenía que esforzarse, le bastaba pensar en lo que él bien sabía y... ¡hala! a llorar como un río.

Hasta que un buen día el río se secó y ‘Lágrimas de cebolla’ se quedó sin lágrimas, vaya usted a saber la razón.

Le cambiaron de nombre y pasó a ser ‘Secarroyo’, y tuvo que ganarse la vida de reidor oficial, en bodas e incluso entierros, la nuera de aquella viuda le pagó al enviudar.

Cuando le llegó la hora y le taparon con tierra, las gentes del pueblo no sabían si reír o llorar, echaban de menos sus buenos oficios, con gusto le hubieran contratado para su propio sepelio.

Muchos nos hemos quedado, además, sin oficio, que dependíamos de él para nuestra labor, sin ir más lejos yo, que mato por dinero. Por eso le recuerdo, qué buen amigo era el gran ‘Secarroyo’, mi último trabajo, me pagaron las viudas.

 

***

 

Me hago eco de y te repito lo que tantos críticos dicen de ti y de tu obra: demasiada poesía que a nada viene, pocos argumentos directos, mucha metáfora, anáfora y retófora.

¿No podrías soltar un párrafo sin redundantes, reiteradas, repetidas adjetivación y adverbiamenta?

Por ejemplo:

“Cuando se enteraron la viuda y su hija de que habían puesto los ojos, sin saber la una de la otra, en el mismo hombre, ya fue tarde para remediar los tirones del instinto, estaban muy clavadas por el mismo clavo. Tuvieron en silencio una feroz pelea, cerradas puertas y postigos y bocas, y estuvieron luego tres semanas sin salir, curando heridas y trazando planes. Ahora al fin están bien avenidas, como que son de la misma sangre, y quizá por haberse ido del pueblo la razón de su encono. Riegan por turnos el jardín donde crece lujuriosa cierta mata de amarilis blancos y también por turnos usan el pene momificado que guardan en formol y siempre está erecto.”

Algo así, tachando incluso el exceso de adjetivos, pero no ya 15 líneas, sino 500 páginas.

 

***

 

Hizo con la soledad un molino de papel, cortando el abstracto en forma de cuadrado, luego cortes diagonales sin llegar hasta el centro, picar cada doblando esquina en alfiler de cabeza muy juntas en azabache negro. Y fijar la veleta a un palo inmutable.

Y a volar tiempos y espacios como si fuesen.

Me tropiezo con ella y con su molino rojo en cada atardecer del día en que susurran diario feroces y verjuradas las hojas de mi.

Me mira y el molino con sus ojos aspas se me clava grises en el corazón. Se me clavan rojas y me deja solo, no me deja solo, acompañado de mí, yo soy la firme estaca de cuarzo aristado, la veleta gira y me lleva azabache, por mi nuca sobresale la punta del tiempo.

 

***

 

Los monjes del cenobio de Russk eran mudos por propia voluntad, de novicios se cortaban la lengua con sus propios dientes antes de ir a enterrarse en vida en las cuevas de lava de las laderas del Russk.

Por eso mi relato no trata de las palabras que los monjes decían, pero sí de las figuras que en las paredes de las cuevas pintaron, pues los hombres no pueden vivir si no se comunican, ya sea con los que habitan el mismo tiempo aunque distinto espacio, ya con los que habiten el mismo espacio aunque distinto tiempo.

Las cuevas del Russk son libros entregados al tiempo y hablan solamente a otros monjes futuros, cada cual a un descendiente al que no conocerá, es un diálogo sin final en que cada interlocutor habla y muere, habla y muere, habla y muere.

No basta visitar las cuevas para intervenir en esa conversación milenaria y fantástica, pues los signos de cada cueva solamente cobran sentido después de toda una vida de estudio y análisis, cada monje descubre el significado con el tiempo justo para poder dibujar su propio mensaje y morir enseguida con los dedos llenos todavía de ocres y bermellones.

Una cuestión trivial es si se han pintado sólo los signos del primero y los siguientes nada han añadido al mensaje inicial, o si cada monje ciertamente aumenta los símbolos. Tanto aumentar como no hacerlo son mensaje ambas cosas, mucho dice también el que solamente asiente al discurso de otro.

Mi vida me avisa de la muerte cercana, nada deseo añadir al mensaje recibido, ahora que los largos años de meditación me han permitido entender su íntima verdad, dejaré para mi sucesor la cueva como está, lava desnuda que nadie ha mancillado con ninguna señal.

 

***

 

- ¿Has pensado acaso que cuando vuelvas a releer estas páginas dentro de un tiempo creerás que la página 51 habrá sido escrita antes de la 52 y la 39 después de la 38?

- ¿Y no habrá sido así?

- Naturalmente, caramba... Puesto que son cuadernillos de cuatro hojas y 16 páginas, has escrito la 52 después de la 37, que pertenecen a la misma cara de la misma hoja y la 39 la has escrito después de la 51, y así...

- Lo cual le dará un sorprendente carácter, y quizá se noten ciertos saltos...

- ¡Calla!

- ¿Qué pasa?

- Que ya no estamos solos... ¿No notas a nadie más?

- Tienes razón: ya no estamos sólo nosotros dos, ahora somos tres... Oye, tú... tú, sí, el nuevo, ¿quién demonios eres?

- ¡Qué pregunta más tonta!... ¿Es que no lo ves? ...Soy Legión, naturalmente.

- ¿Perteneces a...?

- Pertenecemos.

- Hasta ahora no te habías hecho notar.

- Te equivocas: esos saltos a los que te estabas refiriendo los he dado yo.

- ¿Tienen sentido?

- Por supuesto que no, ése es mi trabajo, que las cosas pierdan el sentido que tuvieran.

- Pero si dices que perteneces...

- Pues por eso, somos uno y los mismos quienes damos sentido y quienes lo quitamos. Estos diamonólogos te están trastornando.

- No creo que existas, eres una alucinación.

- Ahora, al fin, aciertas: lo somos.

- Bueno, pues quiero irme, dejar esta conversación que no existe, despertarme.

- No creo que puedas, aún no es tu hora.

- ¿Y tu nombre es Legión?

- ¿El mío?... No seas estúpido, hombre: es el tuyo.

 

***

 

Veces hubo en que hubiese preferido volver, me tentaba la soledad como una flor de aroma indispensable, no deseaba segar bajo mis pies la yerba del pasado.

Ijossomosdelamor¿?másviendelmiedo

Pero quizá la muerte es una simple cuestión de ortografía.

 

***

 

La arena se deshace en agua y la clepsidra es más rápida y más feroz que el horosabulo, no me deja vivir tantas cosas en el mismo minuto.

Pero volveré a vivir y otra vez a vivir hasta que sepa hacerlo bien y aprovechar las lecciones.

Soy torpe, no díscolo, lento en aprender pero no desobediente, si mis maestros lo disponen, gustosamente volveré a repetir mis deberes.

¿No he hecho bien las sumas y las restas del amor y de la amistad?... ¿Me he confundido en la justicia llevándome, en la esperanza al sacar decimales, obtuve un resultado imposible en la raíz cuadrada de la bondad, en la tercera potencia de lágrima, 3x(soledad) no es igual a 1000/ambición?... Y, peor aún, ¿sabiduría no se pone con f de ‘futuro’, sino con n, de ‘necedad’?...

Bueno, no pasa nada, volveré a repetir mis deberes, ahora mismo saco otra vez del baúl  los viejos libros de texto y empezaré de nuevo por la primera cartilla: “la ‘m’ con la ‘a’, am, y la ‘a’ con la ‘m’ ma... A ver, a ver... am, am, ma, ma, ama, amar, a mar gu ra.

Esta vez lo haré bien, no tendré que repetir el curso. El agua se hace arena y la arena cristal, veo a su través las gruesas palabras infantiles de mi libro de texto.

 

***

 

- Me parece que este diario es un subterfugio, que no pretendes en realidad hablar contigo mismo, sino, como siempre, con los demás, con los infinitos lectores que todo escritor desea. Lo que ocurre es que prefieres este disimulado cauce para poder permitirte ciertas licencias y permitir a los tuyos menos exigencias críticas que otras veces. Vamos, para que tengan que aplaudir lo bueno porque es bueno y no puedan criticar lo malo porque el único capaz de juzgar es el destinatario: tú. Además, este ir y venir sin molestarse en buscar argumentos, cambiando a capricho de rumbo entre párrafo y párrafo, una libertad que has querido siempre y nunca has podido tomarte. Item más: hacer frases como la anterior, que carece de verbo principal y estrictamente de sentido, o ésta misma donde también piensas hacer igual. ¿Que se te antoja alguna veleidad gongorina como la página 51, o esa necedad ‘escueto-limpia’ de argumento ‘barroco-sucio’ de la página 50?... Pues nada, para eso es un diario íntimo. Qué quieres que te diga... si te pones de este modo, lo mejor sería que prescindieras de verdad de posibles lectores, dejases el subterfugio y escribieras unas páginas exclusivamente dirigidas a ti, una especie de diario personal. ¿Qué te parecería algo como un ‘Diario sin días’?.

- Sí.

- Bueno, caramba, tampoco es para ponerse así...

 

***

 

No vengas tarde de donde sea que vayas, recuerda que el tiempo que paso esperándote es tiempo que me quitas de vida.

Y dejó que se fuera y tardó todo el tiempo en volver pues no volvió nunca y perdió toda su vida en la espera y ni siquiera encontró luego sitio en la eternidad y ésta es toda la historia y éste el relato que más me entristece de todos los que cuento y ya no sé qué más decir para que no te marches y tengo miedo de que no vuelvas nunca.

No vengas tarde de donde sea que vayas, recuer... Y.

 

[¡Qué debilidad he tenido siempre por los relatos que acaban!. La gente no lo entiende: siempre quieren que acaben bien].

 

***

 

Amor y soledad son amigos del alma: se envían clientes el uno al otro.

 

***

 

Nunca me ha gustado usar en mis escritos los salvajes extranjerismos que con tanta ingenuidad adoptan los españoles de otras lenguas por tanto bárbaras.

Pero ¿excluyen esos términos toda posibilidad de literatura?... Quiero hacer una prueba con un palabro wysp (white yanky saxon protestant):

 

Al cambiar de canal para evitar anuncios, se encontró, en plena crónica de sucesos, con el rostro muerto, sangriento e inequívoco de su amadísimo hijo único ocupando toda la pantalla. Así que rápidamente hizo zapping.”

 

***

 

Preguntó el precio de un destino glorioso. Le pidieron por él morir antes de cumplirlo. Le convino y pagó el precio.

*** *** ***

Ahora se puede adornar este tema con unas 250.000 palabras y tienes un novelón de 500 páginas, pero lo esencial ya está ahí. La novela que la escriba otro, uno de esos que se ponen por la mañana a las ocho a trabajar como un oficinista, para que la inspiración les pille trabajando.

(Si, lo sé, ya los he ridiculizado antes: es que me sacan de quicio, un día tengo que preguntarme por qué).

Por cierto, el novelón ya está escrito muchas veces, todas aquellas historias en que el héroe, después de pasarlo horrible y estar a punto de conseguir su objetivo, muere un instante antes y le dejan, como al lector, con un palmo de narices, desde Moisés a mi pobrecita Isveth. Gracias que los dioses les hacemos a nuestros elegidos.

 

***

 

Se le apareció su dios y le envió a los caminos para repetir el mensaje. Era de la clase de arrepentíos esto se acaba (el mensaje), y de la clase lo que tú mandes dios mío (él).

Salió a los caminos, predicó el mensaje (con voz, con ejemplo, con gesto, con resignación), le mataron de puro aburrimiento. Y luego no era el fin del mundo, sino sólo el del capítulo, el dios estaba muy dormido porque se quedó leyendo hasta tarde la historia de la gente, y metió la pata. Además no se hubiera tratado de arrepentirse sino de apresurarse.

En fin, que ahora está aquí con nosotros, me duele que a este fracasado estúpido le hayan considerado de nuestro grupo, estamos yo, un obrero comunista que se pasó 45 años en las cárceles franquistas, el célibe y honesto cura de remota parroquia y una bellísima virgen que amó platónicamente toda su vida a un casado.

No sé cómo demonios organizan esto, ya sólo nos falta gandhi, no te jode.

 

***

 

Un pensamiento me horroriza de la posible muerte pública por accidente o incidente callejeros. Como soy tan pudoroso, tímido (acomplejado por el deforme diseño de mi perfil anatómico, desgastado además por insalubres hábitos tróficos y por las salvajes agresiones de mi feroz inteligencia), resulta que pienso lo terrible que será verse desnudo y ofrecido a la pública patetidad. Porque, claro, quemar, destrozar, harapear en suma dos piececillas de ropa interior, una camisa y unos vaqueros, tiene que ser muy fácil, cualquier accidentillo de mierda que baste para matarte también te dejará desnudo.

Y muerto pase, pero ¿qué hago yo desnudo y sin poder taparme en medio de la calle y bajo la mirada complacida de los paseantes?

Por eso llevo siempre bajo la piel una máscara, una veste de seguridad, un como ropón de entretejidos desprecio, asco, soledad y distancia. Sí que roza por las costuras en las bisagras del alma, pero abriga y defiende. Y os vais a quedar con las ganas de verme desnudo más allá de las tripas.

 

***

 

Más hace una oración a un dios inexistente que una blasfemia a un dios injusto.

Aunque ¿no es acaso blasfemia orar a dioses que no existen?

Y los dioses injustos tienen al menos chamanes interesados a los que se puede comprar.

O sea, no dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha, poderoso caballero es don dinero, más difícil es que entre un pobre en el reino que que un camello se meta por el ojo de una aguja, el que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija y si naces sin orejas todo te serán insultos [a elegir].

[Lecciones de moral, capítulo V acerca de trato con dioses, destinos, y otros azares, pag. 78].

 

***

 

“¡Olé tu pelo dorado donde el sol aprende crepúsculos ¡”

“¡ Si cierras tus ojos, niñacielo, a ver de qué luz se van a colgar las estrellas !”

*** *** ***

“¡ Ese culo se mece, y hasta la nata se pone tiesa !”

“¡ Hembra brava: hueles que mato a todos los demás !”

*** *** ***

Las dos parejas de requiebros se proponen prole diferente. Con la primera es de esperar un notario de clase media que haga poemas de incógnito. Con la segunda se pretende, por el contrario, un desahogo de zumos espesos que deje como residuo algún peludo gañán de cejas hirsutas.

Con todo, ambas clases nacen del mismo origen, nada que una castración a tiempo no pueda arreglar.

Por su parte, la hembra que recibe tales piropos puede reaccionar de muchos modos. Sospecha de aquélla a quien le gusten los primeros y repudie los segundos: no quiere que la amen por su cuerpo, sino por una cosa que ella llama espíritu y que solamente es fruto de una educación que ha mutilado los diccionarios.

Pero en fin, si en tu sociedad o en tu tiempo no están permitidas las violaciones, entonces, para no meter la pata, lo mejor sería una fórmula intermedia. Por ejemplo:

“¡ Olé tu culo dorado, donde el sol se pone tieso !”

“¡ Si cierras tus ojos, dejaremos de olerte !”

 

***

 

Otra vez quiero un cuento seco, sin adjetivos ni adverbios, incluso, si se puede, sin sustantivos ni verbos: un par de interjecciones, tres signos de puntuación seguidos (un punto, un paréntesis, una coma), y se acabó. Literatura rápida y directa, lo propio de este tiempo que ama la vida (redonda, plástica, con patatas de fibra en tiras y aros de cebolla de mica y pvc rebozados con huevos de aluminio).

Lo que nos pasa, por desgracia, a Dostoyewski, al viejo Brueghel, a Mozart y a mí es que necesitamos un poco de farfolla para adornar nuestras creaciones, no somos capaces de producir al palo seco de una coma, un punto y una exclamación.

Pero en fin, allá va un tímido intento:

“- ¡Aj!... dijo con asco la muerte y vomitó.”

 

***

 

Han venido a verte muchedumbres sin cuento, todos están silenciosos, por señas me indican que tú pondrás en su boca las palabras debidas.

Pero no te dejes engañar, no tienen boca.

Esperan tranquilos a que traces en sus mejillas los surcos de lágrimas vivas a partir de los ojos dorados con que miran tu rostro.

Pero no te dejes engañar, no tienen mejillas. Y sus ojos no existen, que no te mientan.

Lo que quieren realmente es hablar con tu boca, mirar por tus ojos, llorar en las mejillas que perfilan tu rostro... Aunque se engañan a sí mismos, tú no tienes rostro.

 

***

 

Derramaba las lágrimas una a una, espaciadas y lentas, como quien tiene pocas y las valora mucho al arriesgarlas en la siempre ruleta veleidosa del tiempo.

Era el hermano mayor y marcaba los rumbos cuando faltaron los argumentos del destino, la luna sabe.

Emigraron luego a tierras de lejos, donde de mar a mar no hay pozos ni los ríos salen a cielo abierto. Cielo abierto, la luna sabe.

Pero no quiso dejar huellas de su ruta a través, ruta a través, ruta a través, qué frase falsa, ninguna ruta atraviesa el tiempo, macizo, feroz, denso, tinieblo, nunca agrietado por filo ninguno, la luna sabe.

Y fue rompiendo, uno a uno, los eslabones de la cadena, empezando por el hermano menor, hasta llegar a sí mismo.

Recuerdo el valle en que encontré los cuerpos, el suyo se agitaba todavía, sí que los había salvado a todos de la tragedia de un mundo remoto y extraño.

Nunca supe de otros emigrantes como ellos, pero muchos vinieron solos, sin hermano mayor.

Recuerdo aquel valle, fría luz en medio de la noche, la luna sabe.

Y sus palabras finales: “Nadie puede vivir lejos de sus raíces”, mientras dejaba que cada lágrima secara su cauce antes de llorar la siguiente.

Era mi hermano, la luna sabe.

 

***

 

Noto que estas páginas, al ir dirigidas a ti mismo, son diferentes a las habituales, suenan distinto. Carecen de la magia de lo imprevisto, siguen derroteros ambiguos en lugar del certero camino que suelen seguir otras veces en busca de un sentido y de un significado. Ahora parecen seguir los caprichos erráticos de un monólogo interior que no necesita ni pretende ser coherente.

No sé si me gustan o me disgustan, me parecen de corcho cuando estaba acostumbrado a que fuesen de cristal y de fuego, de sombra y de tiniebla hecha de luz, no sé si me gustan o me disgustan, no me gustan y no me disgustan, son de corcho y antes eran de magia y de asombro.

Aunque eso sí: si las pinchas con la aguja del alma, clavada se queda en ellas, es un corcho definitivo, parece talmente un destino.

Quizá lo que sucede es que estas palabras no se proponen ningún objetivo ajeno a ellas: son ellas mismas su propio propósito.

 

***

 

Volvamos al tema de no sé qué página sobre si escribo para mí o eso es mentira y subterfugio. Por algún sitio anda la cuestión, no tengo ganas de buscarla.

Para empezar, éste es un falso diario, ni por sueños escribo una página al día, incluso perdiendo el tiempo con otras sandeces, escribo por lo menos 8 o 10 páginas al día, hoy ya llevo cuatro, ésta es la quinta.

Además, pienso acabarlo cuando se me acabe el papel que me ha sobrado de la agenda de mi sobrina Ana, ya que ese papel sobrante es la causa de que lo esté escribiendo, talmente como el que pone un rato el nº 1 para violín y orquesta de Luzwig mientras espera que le llamen por teléfono para salir a echar la partida.

Y luego, si viviera solo en el universo ¿acaso escribiría este diario?

Siempre se llega a lo mismo, acaba uno haciendo preguntas tontas, las mismas preguntas. Pues claro, caramba ¿cómo me creo entonces que vivo?

 

***

 

Aquel hombre volvía de tan lejos que nunca terminaba de llegar, aunque le habíamos entrevisto en el lejano horizonte recortándose en la plata dorada del ocaso.

Ya nos llegaban las notas, hasta las palabras, de su canción, pero él no llegaba.

Ya recibíamos su aroma de viajero interior, el olor a lavanda y a yerbabuena de los valles del alma, pero no podíamos recibirle a él.

Una cortina transparente pero infranqueable de niebla cristalina le impedía, o quizá nos impedía a nosotros, llegar que llegásemos.

Por eso mi voz le grita aunque no sé si la oye, mi palabra le apunta aunque no sé si la recibe, mi alma múltiple como los cristales del caleidoscopio le envuelve aunque no sé si le ilumina.

Tan cerca los veo y no consigo llegar hasta ellos, el crepúsculo me sujeta con su luz a mi espalda, quizá no quieren que les dé alcance, quizá no quiero alcanzarlos, quizá no existen, quizá no existe, hemos imaginado su silueta pero sólo es un espejismo de la tarde.

La luz nos separa de nosotros mismos, solamente la sombra nos reúne.

 

***

 

Con oro me compraron para traicionar a los míos, y por el oro acepté siempre creí que nunca lo haría.

En el crisol del oro hallé la venganza, no los he matado por odio, sino por dinero.

El oro ha matado a mis fuentes y ha roto los cauces por los que habría de fluir mi sangre, bajo el sol se pudren mis padres, mis hijos, todos mis amores he convertido en oro.

Maldito de los hombres, de los dioses, de los míos y de los extraños, recorro las sendas de la soledad derramando riquezas que nunca se gastan.

No es que el oro que me pagaron fuera infinito, sino que voy vendiendo mi arrepentimiento a medida que me quedo sin monedas.

Tampoco es que mi arrepentimiento sea infinito y encuentre, además, comprador sin término, sino que voy vendiendo mi olvido a medida que me voy quedando sin arrepentimiento.

En fin, que he cometido una estupidez, tanto oro tanto oro y no tengo nadie que lo herede.

 

***

 

La pradera en la que pastas es tu hogar, tu tumba, y tu cuerpo hará la yerba que pasten tus hijos. Tu estirpe no es distinta del paisaje en que muge, y el mugido es lo único que permanece un instante. De ahí estas páginas.