21 Malhablado
Que no me vengan con cojudeces de la técnica
moderna ni con prodigios maricones de la magia clásica, que, no sólo no me
impresionan, sino que ni siquiera los distingo.
De repente la mierda de la lámpara del rincón, que
es un puto y simple adorno, empezó la muy cabrona a encenderse sola cuando yo
mentía ¡no te jode!.
Al principio me cogí un rilis de muerte, no me
atrevía ni a pensar, que hasta los pensamientos parecía evaluar en ese relé
mentira-verdad, que es lo que yo digo, a ver quién coño las distingue.
Y la cosa fue a peor cuando empezó a parpadear
con una especie de morse o código o como leches se diga de encendidos y
apagados con sistemas diferentes, claramente reconocibles por el ritmo: cuando
estaba deseando que la mierda de la visita se fuera, o si trataba de verle el
coño a la vecina (la muy puta juega a que lo enseño, que no lo enseño) en lugar
de atender a la cagada de conversación que tenía y que no me importaba un
carajo.
Acabó pareciendo un jodido árbol de Navidad con
mala leche, yo creía que la conciencia era un gusano interior y que bastaba con
no hacerle ni puto caso.
No servía para nada cerrar la puerta y recibir
en otra sala, porque entonces soltaba un como aullido estridente de sirena de
buque con las mismas intermitencias y los mismos juegos subeybaja, que te
cagabas de la impresión.
Corté la corriente, compré velas de sebo,
arranqué de cuajo los cables maricones y, harto de tanto marrón, mandé a tomar
por culo a la compañía del gas (por si las moscas), pero el cabrito engendro
funcionaba a pilas o con batería solar o con alguna mierda espiritista, porque
siguió y siguió jodiendo la marrana y tocándome los huevos.
Me cagué en su puta madre y me fui de casa, que
a ver qué cojones puedes hacer cuando una bombilla de mierda te hace quedar
como un gilipollas.
Me metí en el primer garito abierto por ahogar
penas y olvidar agravios, pero cuando estaba más pedo que el tapón del culo de
una vaca, lo que son las cosas, el hipo de las cien birras sería, o que al fin
te acaban saliendo ideas cuanto estás retejodido: encontré la solución y a
tomar por culo el condenado problema.
Y es lo que yo digo: todo consiste en dar con
la palabra, que yo puedo hablar pulido como el que más, si me peta. “Mando a distancia”, eso es lo que era, un
nuevo modelo de puto mando a distancia.
Ahora, si quiero encender la jodida lámpara,
pues voy y pienso lo que yo me sé ¡y vaya si se enciende cagando leches!.
Y si quiero que titile (hay que joderse con la
palabrita), me tiro -in mente- a la maciza de al lado en la mesa de la cocina,
dos veces como el cartero, y a parpadear se ha dicho la puta bombilla.
La técnica es que es laostia: en lugar de tocar
botones, tocarte los cojones.