INTRODUCCIÓN

 

La expresión “ARTE PRIMITIVO AUSTRALIANO” podría hacer pensar que se trata en este texto del arte rupestre del continente australiano, y únicamente de él, cosa que no es exacta, y que en caso de serlo me ceñiría a las muestras, ricas pero no abundantes, de las impresiones plásticas en las cavernas, de antigüedades enormes, algunas quizá de más de 12.000 años (aunque la más reciente solamente tiene tres decenas), de cuya continuidad en el tiempo parece haber alguna duda. Que la continuidad en el tiempo de muestras rupestres de tanta antigüedad sea dudosa, resultaría observación absurda por evidente en la historia del arte europeo, pero hay que decirlo de forma clara en el arte australiano porque hasta finales del siglo XVIII aproximadamente [o si se pretende ser completamente preciso en términos de descubrimiento histórico, entonces hasta el año 1605 en que el español Fernández de Quirós arribó a las costas orientales del continente] esta cultura había tenido una continuidad varias decenas milenaria, cosa que no se ha dado en ninguna otra cultura humana, de ningún tiempo, de ningún lugar, por lo que destacar y analizar el hecho de su “discontinuidad” artística es obligado en cualquier estudio sobre el arte de los aborígenes australianos. Si he puesto entrecomillado el término es, como se verá más adelante, por el planteamiento aparentemente contradictorio de esta cuestión, en la que una será la tesis que pueda mantener el observador ‘externo’, otra la que mantienen los propios artistas aborígenes por motivos que deberemos tratar de explicar, hallando tal vez al hacerlo el núcleo más hondo del significado simbólico y mitológico de su extraordinaria actividad creadora.

Creemos algunos que hay una absoluta continuidad en la cultura australiana aborigen hasta el mismo día de hoy, incluso en medio del inmenso corte acultarador que ha supuesto la irrupción del bárbaro y rapaz hombre blanco, con sus cambios, algunos brutales como el de la desaparición, casi extinción, de la población aborigen, o el avasallador oleaje con que la ‘cultura’ blanca ha cubierto la cultura ancestral hasta el punto de que sus muestras se vuelven cada vez más ocultas y difíciles de perseguir. En este sentido se citan siempre tímidos intentos de la administración australiana por sacar de la vía de desaparición a sus escasos restos (los ‘Settlements’ o poblados de ‘reinserción’), para paliar u ocultar la suplantación destructiva de la cultura ancestral, pero ni siquiera notan la paradoja de que esos intentos de integrar a los aborígenes en la moderna sociedad no son los que rescatarán del pasado (si acaso ya se puede) la antigua cultura, sino que le darán el golpe de gracia; amén de que esa incorporación, que no se libra de las lacras de la discriminación, el racismo, etc., está conduciendo a muchos de los aborígenes urbanos a situaciones de lumpen y marginalidad. Y sean cuales sean los intentos de la administración australiana para ‘defender’ y ‘propagar’ la cultura aborigen, es lo cierto que para quien vive fuera de Australia y está interesado en su cultura autóctona, es casi imposible encontrar documentación gráfica y bibliográfica [ejemplo el pabellón australiano de la EXPO 92 de Sevilla, donde se nos mostraba a los españoles la arquitectura australiana actual, cosas como la famosa Ópera de Sydney... ¿Cree el gobierno australiano que los europeos no tenemos ciudades urbanizadas, arquitectura, grupos de música moderna, cine que imita al americano, y que por ello necesitamos ser ilustrados?... Arte aborigen australiano es lo que los europeos no tenemos, pero sus muestras no se encontraban allí. El hombre blanco australiano va olvidando a los que poblaban ese continente antes de que él llegase, lo que no es extraño, dado el ritmo al que se les está haciendo desaparecer...].

No obstante, lo que queda de esa cultura parece tener un aire de familia tan inmediato con las muestras y las leyendas (vivas las unas y las otras en cuanto signos incorporados, desde el tiempo del sueño a la realidad actual), que no se puede por menos que mostrar esa continuidad.

¿De dónde, pues, su negación que he recalcado? De que los actuales aborígenes australianos no se reconocen herederos de esa tradición, sino que, por el contrario, creen autores de las muestras maravillosas del arte rupestre, de las leyendas que narran la cosmogonía y la historia del hombre, a espíritus no humanos, anteriores al hombre, habitantes del lejano, remoto, legendario tiempo del sueño.

Nos encontramos aquí en la disyuntiva, pues, de mantener una continuidad que nuestros ojos profanos nos muestran como evidente y, al tiempo, negarla siguiendo la inspiración del propio aborigen. Pero es que esta disyuntiva es precisamente el cauce y el hilo conductor de nuestra breve indagación, y lo que ha suscitado a la vez la cuestión terminológica de que nos estamos ocupando. Será una fascinante navegación por el tiempo, tal vez a contracorriente y hacia las fuentes, como los peces de Yirrkalla que citaremos más de una vez en estas páginas, y de los que hemos incluído un anticipo en la propia página inicial, para que guíen con su ‘vuelo’ el de la flecha de una inspiración que pretende interpretar su sentido.

‘Primitivo’ engloba así, en este contexto, y usando una forma muy libre de presente histórico, la continuidad que no reconocen los aborígenes, pero que sí entiendo yo que hay, para entroncar el arte de los ‘primitivos actuales’ con el ancestral que las cuevas nos han preservado, y estudiar su mitología al tiempo que me acerco a la constitución de su estructura simbólica en un todo conceptual y sistemático.

De ninguna manera puede entenderse esto como un desprecio y abandono (que sería insensato) de lo que los propios artistas entienden, interpretación que acepto y respeto, sino precisamente que mi trabajo se basa en la negación que ellos hacen de esa continuidad cultural, por lo que su testimonio está en la base de la misma, pues mi trabajo se propone ahondar en la ruptura simbólica que separa de estos actuales el tiempo del sueño, precisamente a través de muestras pictóricas que manifiestan, a la vez, esa no ruptura y desencadenan ‘hacia sus fuentes’ una catarata de explicaciones, sentidos, signos y significados por la que nuestros conceptos ‘ascienden’ como acabamos de decir.

Es por creer que los artistas aborígenes australianos de hoy son todavía los creadores sobrehumanos del tiempo del sueño, por lo que entendemos que ellos lo nieguen, y le damos a esta negación el valor doble de un acatamiento a lo supremo y de una trascendencia mistérica que se plasma a la vez en continuidad y ocultación, en claridad y opacidad, pero siempre como el misterio a plena luz que otro creador (G. Marcel) del tiempo del sueño ha sabido describir.