DESARROLLOS DE LOS MICRO ENSAYOS

Miguel Cobaleda
01-04-2024


38-ELEMENTOS SOCIALES QUE CAMBIAN, IV: LA MORAL


Del relato Bíblico sobre Adán y Eva se deducen varias cosas, sobre todo que el tema moral del bien y del mal se hace remontar al principio mismo de los tiempos, al inicio de la creación. La distinción, según el Génesis, es algo establecido por Dios antes de la creación del hombre. El mal es distinto del bien porque Dios lo ha dispuesto de ese modo. Ahora bien, queda pendiente el tema de la línea fronteriza, ya que quien hace la distinción y crea la raya, es quien define el bien y quien define el mal, y, muy especialmente y sobre todo, es quien hace malo el mal y bueno el bien.

La moral y la humanidad son coetáneas, si es que no son la misma cosa. Acierta el relato bíblico plenamente en el sentido de que establecer la distinción hace que se termine la inocencia. El surgimiento de la moral acaba con la inocencia animal.

Tenemos, pues, que entrar a fondo en este asunto: Aunque desobedezcamos continuamente los preceptos morales y no nos preocupemos ni siquiera de saber cuáles son o en qué consisten, sentimos que la distinción entre el bien y el mal es algo propio de la naturaleza humana. La humanidad se hizo humana fundando la distinción moral. Lo que hacemos es, en general, argumento del territorio moral. La distinción moral traza una divisoria. En cuanto fuimos humanos, fuimos libres y, en cuanto fuimos libres, fuimos morales. Sin embargo ¿no es la divisoria la causante de que esto sea el mal y esto otro sea el bien?... Parece que, en cierta medida, la divisoria establece el bien y el mal, y parece que se puede trazar por distintos lugares del comportamiento humano, de forma que cambie el signo de la moralidad según te mueves por la geografía. Pero la moral misma no, el hecho de que seamos morales, no. Puede que las interpretaciones concretas varíen con el tiempo, con el espacio –desde luego con las costumbres–, pero no la raíz misma de la moralidad.

Hasta ahora, creo yo. Porque empieza a desaparecer el fundamento. Entiéndaseme: no el hecho de que traicionemos constantemente las normas morales, criminales como somos. No, se trata del fundamento, repito: es el propio fundamento moral el que, en mi opinión, está desapareciendo o ya ha desaparecido, la propia existencia del hecho moral:

* Matar es un acto malo y ciertas circunstancias lo empeoran: matar al indefenso y desvalido, matar al inocente, matar al que no nos amenaza, matar con alevosía, con premeditación, con prepotencia. En la Historia se ha matado muchísimo, pero nadie hasta ahora habría defendido, con el aplauso social ¡y por parte de los buenos, solidarios, amigos del débil! que matar no importe si es matar a según quién, especialmente si se trata de “matar al indefenso y desvalido, matar al inocente, matar al que no nos amenaza, matar con alevosía, con premeditación, con prepotencia”. Los amables y gentiles defensores de este crimen hablan de que un feto no es humano (siempre dicen feto, o embrión, nunca persona o similar) hasta que no tiene cabeza, hasta que no tiene ojos, hasta que no tiene manos, hasta que no da pataditas, hasta que no sale en la foto, hasta que no nace... HASTA QUE NO: es el resumen de su postura. Esta posición social es completamente a-moral, ignora el fundamento; ojalá fuese perversa, porque entonces sería rescatable.

* Contar los muertos, descontarlos –muertos en pandemia debidos a la prevaricación de cargos administrativos que incumplen su deber–, usar los pocos o los muchos como argumento electoral... y que la sociedad no diga nada en absoluto... Que se sumen las decenas de miles a escalas nacionales, y millones a escala global, y la sociedad lo tome con menos preocupación que los resultados negativos del último partido de fútbol o las penurias económicas del club preferido...

* Que llevemos siglos sabiendo que se muere de hambre –¡hambre pura, inanición!– un niño cada cuatro segundos, y nos ocupemos de nuestros asuntos y dediquemos a esa hecatombe menos atención que la que ponemos para aliñar la ensalada... El reparto de los bienes del mundo es tan desigual que las meras cifras dan tanta risa como espanto.

[Un cierto deportista, parte de la plantilla de un renombrado club, gana al año ¡100.000.000 de euros! y a todo el mundo le parece bien. Que él lo espere y lo exija es un absurdo moral que hace vomitar; que alguien se lo pague es un absurdo económico ajeno a prácticas comerciales sanas; que alguien lo defienda es un absurdo psicológico lindante con la insania; ¡pero que a la sociedad entera le parezca bien!...].

*Respetar los compromisos que voluntaria y libremente se contraen, se ha convertido en algo tan exótico que, si se cumple, se corre el riesgo de ser internado en un psiquiátrico. No sólo sucede que ya nadie cumple sus compromisos, ni siquiera otra dimensión más grave: que se hacen los compromisos sabiendo de antemano que no se van a cumplir.

El derribo de la moral, que se está haciendo desde dentro con una especie de voladura controlada, es una característica indudable del momento social que vivimos; por todos los meridianos del planeta disminuye el comportamiento moral, se difumina, se desintegra ante nuestros ojos.

Que la moral esté siendo aniquilada y lo esté siendo ante el desinterés más absoluto es tan grave, que no sé qué esperar ni cómo interpretarlo.

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