DESARROLLOS DE LOS MICRO ENSAYOS

Miguel Cobaleda
01-02-2024

36-ELEMENTOS SOCIALES QUE CAMBIAN, II: LA RELIGIÓN


¿Desparecer la Religión?... ¡No creo! Parece que la Religión es un consistente constitutivo social: Hay más de mil millones de cristianos en el mundo, más de mil millones de musulmanes, unos mil millones de hinduistas, unos millones de judíos, unos millones de shintoistas... Occidente se ha constituido sobre el hecho religioso, que subyace en toda la estructura social, cultural y psicológica de las naciones Europeas y Americanas, al menos. Por otro lado, las Religiones han sido los exponentes mejores de la creación social colectiva. En fin: la dificultad que tienen las facciones políticas enemigas del hecho religioso para erradicar las creencias y los comportamientos eclesiales es un argumento de gran peso.

Pero la apariencia no es la realidad y el eco no es el sonido original.

La sociedad no puede arrancarse de golpe de su alma colectiva un elemento de enorme presencia. Las grandes instituciones que han llenado de sentido y de argumento la vida social durante milenios, no se ausentan de golpe: se van vaciando de sustancia muy poco a poco, sin que la sociedad se alarme ante una ausencia que sería cruel, hasta que solamente queda un caparazón muy visible, sostenido sólo por su apariencia y ya no por unas raíces que se han ido secando. Y cuando las tales instituciones han dado respuesta a las grandes preguntas sobre el sentido de la vida, su prolongación tras la muerte, y han procurado consuelo en medio de las tribulaciones del vivir, que se sostengan largo tiempo después de haber dejado de ser útiles no es extraño, al contrario, es lo esperable. Lo cual no significa que las Religiones sigan siendo lo que fueron. Es muy posible que, debido a la creciente demografía humana, cada Iglesia tenga ahora muchos más feligreses que en cualquier siglo pasado, pero no quiere decir que goce de la salud que tuvo, ni que mantenga el vigor que la caracterizó.

Si La Religión conservase su vitalidad inicial, no habría sido sustituida por ninguna otra competidora, pero lo ha sido. Lo ha sido y lo está siendo. La Religión siempre ha estado mezclada –como el trigo y la cizaña en la Parábola del Evangelio– con la superstición religiosa; mixtura peligrosa porque la superstición, que se vale de su parecido con la fe como la cizaña con el trigo, es lo contrario de la creencia religiosa. Gran peligro si la superstición es la fe ciega en la ciencia. Es supersticiosa también, pero es otra forma de superstición diferente de ésa que se mezcla con la fe religiosa sin que sea fácil separar la una de la otra; podemos llamarlas superstición religiosa y superstición científica para diferenciarlas mejor.

La superstición científica sustituye al dios de La Religión por “lo que diga la ciencia”. Su creencia es muy sólida, muy contundente. Cuando se implanta en lugar de La Religión, la suplantación suele ser total porque sustituye no a La Religión, sino a la superstición religiosa. La fe en la ciencia:

a) La ciencia tiene sus dioses, las leyes de la ciencia, “lo que la ciencia diga”.

b) Tiene sus sacerdotes, los científicos que saben todo lo que hay que saber y pueden responder si se les pregunta (“Doctores tiene la Santa Madre Ciencia que os sabrán responder”).

c) Tiene sus ritos sacramentales, todos los protocolos y técnicas que de ella se derivan, la acompañan y la hacen fructificar en dones “preternaturales”.

d) Tiene templos, catedrales y basílicas, que son las universidades, los laboratorios.

e) Ofrece consuelos, curas, respuestas. Sí: limitadas, a corto plazo, pero las ofrece y se constatan. Y las respuestas a largo plazo de La Religión no son constatables.

Otro poderoso suplantador actual de La Religión es el consorcio materialismo/tecnología/consumo. Suplanta la creencia mediante una supresión de las preguntas esenciales. Se implanta cuando el nivel material de vida sobrepasa, no ya sólo la línea de la supervivencia, sino incluso la zona del confort. La oferta religiosa, por su propia naturaleza trascendente, no puede renovarse desde fuera a cada reclamo del creyente; se renueva, sí, y constantemente, pero desde dentro del espíritu. Si borramos el mapa que nos orienta hacia el interior de nosotros mismos, oiremos enseguida los aullidos incesantes de ese materialismo/tecnología/consumo y ya no será fácil que escuchemos nada más.

Ahora bien, no podemos quedarnos a la intemperie, no en este asunto que concierne a las últimas preguntas, a la salvación del alma, a la vida eterna, a la Providencia Divina. Aunque hemos visto que hay suplantadores muy vistosos, muy acaparadores de la atención, el ancla que mantiene la esperanza y la caridad es la fe, sin fe no hay esperanza y sin esperanza no hay Humanidad.

Los suplantadores de La Religión ya están aquí (la superstición, la creencia científica, la creencia tecnológica, la materialización de los deseos instantáneos, el mugido colectivo del rebaño, la cancelación de la identidad personal, la inmediatez de las aspiraciones individuales y colectivas...) y ya la están suplantando, no me lo invento yo, es un hecho constatable.

Sostengo, pues, que La Religión, como la Guerra, es otro edificio que está siendo derribado en este proceso de aniquilación del solar social para dejar paso a... a lo que sea que vaya a venir o no vaya. Existen los misioneros y los cardenales, los párrocos humildes y los obispos altivos, las almas sublimes y los espíritus rastreros. Pero ni los unos son argumentos en contra de la trascendencia, ni los otros son prenda de su perennidad.

Así hemos llegado hasta lo que, en mi opinión, constituye la esencia de este asunto, la desaparición de La Religión: que haya dejado de ser necesaria, que hayamos dejado de tener esa sed o, dicho del modo más riguroso, que hayamos dejado de formular esas preguntas. Casi desde la aparición de la Humanidad, es decir, desde que la Humanidad es humana, nos hemos estado interrogando sobre las últimas cuestiones, especialmente sobre el sentido de una vida que termina en la muerte. Ahora hemos dejado, al parecer, de preocuparnos por... por semejantes tonterías.

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